jueves, 30 de abril de 2009

DÍA DEL TRABAJADOR

A mis compañeras/os y a los entes quienes en un momento de desgracia me tendieron la mano amiga, como trabajador gracias.

Cada año a lo largo y ancho del mundo se celebra el Día del Trabajador y en algunos casos el día del trabajo, fecha signada por un origen trágico sirve como recuerdo para recapacitar que existe un derecho humano asociado que el derecho al trabajo y una reivindicación justa.

El trabajo es también una expresión de la dignidad de la persona humana, puesto que ello implica la capacidad para ganarse el sustento y el de la familia y para hacer crecer la misma e influenciar positivamente la economía.

Trabajar es también una forma de socializar que está en el marco de lo que un ser humano es, el trabajo dignifica, enaltece a la persona humana y sobre todo nos salva de la ira y la prepotencia propias del individualismo.

Destaco que el individualismo no es malo, sino que el diseño intrínsecamente humano es trabajar en colectivo, nos toca asumir el reto para alcanzar la justa reivindicación por el esfuerzo realizado.

Mi saludo a los trabajadores de este estado, el país y el mundo que con su esfuerzo del día a día no hacen sino echarse el mundo al hombre para contribuir con el progreso y mis respetos a los trabajadores que con su esfuerzo del día le ganan espacio a la democracia y hacen retroceder el totalitarismo opresor y el sultanismo como regímenes políticos que atentan contra los derechos de las personas, en especial lesionan el derecho a trabajar.

Ing. Francisco J González R Msc

miércoles, 29 de abril de 2009

“ALGO HICIMOS MAL”

Palabras del presidente Óscar Arias en la Cumbre de las Américas

Trinidad y Tobago

18 de abril del 2009

Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo.

No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres.

Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad.

También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir “una Ciudad sobre una Colina”, una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.

Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con $40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.

¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10.

Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.

En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra.

En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día– y que gaste 13 veces más ($1.300.000.000.000) en armas y soldados.

Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.

Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo . Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones” . Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que “ la verdad es que enriquecerse es glorioso ”. Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.

La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.

Muchas gracias.

domingo, 26 de abril de 2009

DESDE EL PUENTE - UNIDAD DINÁMICA Y DIFERENCIADA

Por Oswaldo Álvarez Paz

Llegamos al llegadero. Al punto de no retorno del cual es imposible devolverse. Entre otras cosas porque no habrá solución a ninguno de los problemas actuales mientras el régimen que dirige Hugo Chávez exista, estando él convertido en el problema mayor que Venezuela tiene que resolver. El tiempo juega a su favor, aunque la crisis económica y financiera juegue en contra. Piensa que siempre podrá imponer su voluntad mediante el fraude constitucional, el abuso de poder, la represión y la violencia física e institucional, como hasta ahora. Los efectos de estos factores están a la vista. A todos los males existentes se agrega ahora el desarrollo en la Asamblea Nacional del nuevo marco jurídico, a la medida de la dictadura, para desnaturalizar el concepto de propiedad privada, el uso de las tierras urbanas y la libertad empresarial, base de toda economía independiente.

Paralelamente se acelera el proceso de desconocimiento y liquidación de la contratación colectiva del sector público y el desmoronamiento progresivo de la de un sector privado venido a menos. Esto es producto, tanto de la quiebra de la administración central y del estado-empresario, como de la orientación ideológica socialista del proceso. Para ellos el sindicalismo es una penosa desviación pequeño-burguesa que debe desaparecer para que todos dependan de una sola y excluyente voluntad. Los trabajadores quedan a la intemperie, su movilidad social truncada y condenados a sobrevivir indignamente. Venezuela es uno de los pocos países del mundo sin un sistema de seguridad social que funcione, aunque sea precariamente.

No basta con quejarse y protestar. Hay que rebelarse apelando a todos los recursos derivados del orden jurídico existente y a los que sabiamente ofrece el derecho natural. Tiene valor la exigencia de unidad que el ciudadano común le hace al liderazgo. Debe empezar por unirnos abiertamente con relación al objetivo, pero sin confusiones. Unidad no es unanimidad, sino el más alto grado de consenso posible. Con el objetivo claro puede ser dinámica y diferenciada, acorde con el pluralismo que caracteriza a los factores que la integran. Tampoco puede ser complicidad. Pretender que en nombre de la unidad se toleren conductas reprochables y errores graves de dirección, sería participar en un cómodo viaje “hacia ninguna parte”. Debemos rechazarlo abiertamente, sin temor a las discrepancias honradas, en nombre de unas convicciones y de unas trayectorias que tenemos la obligación de honrar. Lo decimos con absoluta claridad.

No puede ser que para algunos miopes políticos opositores, lo correcto, lo moral, lo democrático y la mayor audacia sea hacerle el juego a las tácticas distraccionistas y dilatorias del chavismo con las que acelera el camino hacia el comunismo. Lamentablemente hay gente “de inteligencia perezosa y memoria sin cultivar”. Al tan citado Ghandhi le aterraban. A nosotros también. No debemos lamentar lo que es inevitable.

oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 27 de abril de 2009

Sagrado Corazón de Jesús

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¡Deténte! El Corazón de Jesús está conmigo. ¡Venga a nosotros tu reino

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