Por Oswaldo Álvarez Paz
Para lo que de decencia va quedando en el mundo, no hay dudas en cuanto a la enorme postración ética de dirigentes con responsabilidad concreta en los países que gobiernan. Si el mundo anda mal en términos generales, cualquier calificación negativa cabe para la mayoría de gobernantes de América Latina y para unas cuantas realidades africanas. La doble moral que exhiben en las organizaciones internacionales como la ONU, la OEA, en la misma Unión Europea o en la Unión Africana permite prever tiempos difíciles para los gobernados. El tiempo está sumamente nublado. Desgraciadamente las voces de la honestidad, esas que mantienen un radicalismo ético en la base de sus acciones políticas, o están distraídas o las fuerzas del mal les han bajado tanto el volumen que son imperceptibles.
El caso Honduras ilustra a la perfección cuanto decimos. La inversión de valores resulta asquerosa en las acciones de protagonistas de gobiernos y organismos internacionales. Lo grave es que actúan, no por errores ingenuos sino por calculados oportunismos geopolíticos, económicos o por escandalosas corruptelas de unos cuantos. En Honduras hay una Constitución vigente, unos poderes públicos autónomos que funcionan de manera separada y con equilibrio entre ellos, un presidente a la cabeza de un gobierno ajustado a las normas fundamentales y un expresidente que fue removido del cargo luego de decisión compartida de la Corte Suprema de Justicia y del Congreso. Hubo señalamiento expreso de las violaciones constitucionales de Zelaya y la orden a las autoridades competentes para que procedieran a removerlo. Todo esto anterior a su destitución. Fue un proceso público y abierto. Ninguna actuación fue clandestina. No hay allá una dictadura militar, ni represión superior al necesario mantenimiento del orden público que los controladores de Zelaya, y él mismo, pretenden alterar gravemente. Las elecciones están convocadas para noviembre y en ellas participa en rol estelar el propio partido de Zelaya, el cual también votó en su contra en el Congreso.
Es vergonzoso el espectáculo atípico de la embajada brasilera. La admirada diplomacia de ese país rueda por los suelos impulsada por la doble moral y la hipocresía de un Lula contradictorio que en su afán neoimperial se empeña en coincidir con casi todas las causas, así sean contradictorias entre ellas. ¡Qué decepción con ese señor, con el desangelado español Rodríguez Zapatero y con buena parte del liderazgo democrático! De Chávez es poco lo que podemos agregar. Penosa su actuación en Naciones Unidas. Tragicómica la llamada II Cumbre de mandatarios y jefes de estado de América y África. Vergüenza para Venezuela la presencia en la Isla de Margarita de unos cuantos asesinos, ladrones y dictadores, avalados por otros tantos petrochulos en busca de dinero negro para suplir la dignidad perdida desde hace rato. Jamás habíamos caído tan bajo, a niveles tan despreciables en todos los campos.
oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 28 de septiembre de 2009