Hasta no hace muchos pensaba que los extraños fenómenos que se daban en Venezuela, eran únicos y propios de su idiosincrasia, sin embargo, desde acá he observado que es una amenaza planetaria.
Tcqueville ya había advertido que la democracia podía degenerarse en una tiranía de las mayorías, que es precisamente lo que el modelo opositor ofrece como antítesis a la dictadura sultánica impulsada desde miraflores.
Les refiero los interesantes artículos publicados en el Blog “Esveritate”.
Quiero abandonar el tono jocoso e irónico de los últimos artículos publicados para ocuparme de un grave problema que está aconteciendo en nuestro país y dirigirme a todos los compatriotas que quieran leerme, con la máxima seriedad y rigor posible, porque la cuestión es muy importante.
Había esperado, inútilmente, ver en los numerosos artículos que cada día se producen sobre la cuestión política en España la aparición del término OCLOCRACIA, pero no ha habido suerte; el nivel cultural de los que se ocupan de la política en este país, políticos, jueces y periodistas es demasiado bajo para entrar en definiciones con propiedad y criterio. En fin, vayan quedándose con el término, porque seguro que a partir de ahora lo verán citado con frecuencia (sin mencionar la fuente, por supuesto).
Oclocracia etimológicamente significa gobierno de la muchedumbre y según las enseñanzas de Aristóteles es una de las tres formas posibles de la degeneración del Gobierno, en concreto de la Politeia, que podría traducirse como la forma de hacer las cosas en la política siguiendo las reglas establecidas, por ejemplo por la Constitución. Las otras dos formas de degeneración de la actividad política son la oligarquía –gobierno de una élite en la que se concentra el poder- y la tiranía –gobierno de un déspota-, que también se expresan en nuestro país, pero vamos a ocuparnos de la oclocracia.
Si la democracia es el gobierno del pueblo, una entidad constituida y establecida, sujeta a derechos y deberes, que se desenvuelve en el ámbito de unas reglas establecidas previamente, la oclocracia es precisamente el gobierno de la muchedumbre que actúa por inducción del poder establecido que se convierte exclusivamente en su representante. Cuando un gobierno cambia de decisión porque tiene a la gente en la calle, movida por el agit-pro de los habituales profesionales de la movilización de masas, está participando de la oclocracia y no de la democracia.
La muchedumbre no alcanza la categoría de pueblo porque no respeta las reglas establecidas, es decir que su voluntad general se ha transferido a representantes que ejercen el poder desde las instituciones. La oclocracia subvierte el orden democrático, las reglas del juego, la muchedumbre no es el pueblo, es una parte del pueblo que se considera a sí misma legitimada de soberanía y representación del poder popular y que trata de someter a su criterio a todas las instituciones que ejercen el poder legítimamente.
Así la muchedumbre se enfrenta a los jueces de la Sala II del Tribunal Supremo legitimados para ejercer su potestad en el Estado de Derecho que nos hemos concedido los españoles democráticamente (en defensa del juez Garzón, acusado de prevaricación, e induciendo a los políticos, jueces inmorales, artistas, y representantes públicos de diversas instituciones a su apoyo –aunque sea una arbitrariedad manifiesta y esperpéntica-), incluso recibiendo el apoyo discreto o manifiesto del Gobierno y de su Presidente.
Así la muchedumbre se lanza a defender a los terroristas de ETA en el País Vasco o se dedica a hacer refrenda de autodeterminación en distintas localidades catalanas. De este ambiente de ilegitimidad se contaminan los políticos favorecidos por los movimientos de la muchedumbre, que aplauden esas decisiones como expresión natural de la democracia, cuando en realidad son precisamente lo contrario, pura oclocracia. Las manifestaciones del President Montilla determinando desde un poder periférico las condiciones de un poder central, como el Tribunal Constitucional, son otro claro ejemplo de oclocracia, así como las declaraciones de hoy mismo, en las que Jordi Pujol ha dicho textualmente: “Cataluña no tiene por qué respetar al Tribunal Constitucional". Por supuesto, señor Pujol, que no se respete y Cataluña se declarará en secesión y justificará la intervención del Estado, en todas sus manifestaciones, para recuperar la legitimidad y el orden establecido por el pueblo español, de no hacerlo, los miembros del Gobierno serán responsables de traición ante el pueblo español y los tribunales de justicia españoles. ¿Por qué no ha dicho eso también cuando sabe que es cierto?. ¿Necesita usted una nación con urgencia, junto al President Montilla, para tapar todo lo ocurrido en la corrupción de los casos Millet y Pretoria?.
Aristóteles, Pericles, Juvenal, Shakespeare, Lope de Vega, Tocqueville, Ortega y Gasset , o Sartori, han advertido del permanente peligro para la democracia que suponen los oclócratas –quédense con el término- que ejercen el poder cuando promueven la degeneración de la democracia a oclocracia, con el objetivo de mantener dicho poder de forma corrupta, buscando una ilusoria legitimidad en el sector más ignorante de la sociedad, hacia el cual vuelcan todos sus esfuerzos propagandísticos y manipuladores.
Como nos cuentan en la wikipedia: en el desarrollo de esta política, sólo se tiene en cuenta de una forma superficial y burda los reales intereses del país, dirigiéndose el objetivo de la conquista y al mantenimiento de un poder personal o de grupo, mediante la acción demagógica en sus múltiples formas apelando a emociones irracionales mediante estrategias como la promoción de discriminaciones, fanatismos y sentimientos nacionalistas exacerbados; el fomento de los miedos e inquietudes irracionales; la creación de deseos injustificados o inalcanzables; etc. para ganar el apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la oratoria, la retórica y el control de la población. La apropiación de los medios de comunicación y de los medios de educación por parte de dichos sectores de poder son puntos clave para quien busca esta estructura de gobierno, a fin de utilizar la desinformación.
Así se mantiene un dominio sobre masas en movimiento que hacen valer sus propias instancias inmediatas e incontroladas creando la ilusión de que se impone un legítimo poder constituido sobre la voluntad popular. Sin embargo, tal y como asegura Rousseau en El Contrato Social falta la piedra angular, es decir, la voluntad general de unos ciudadanos conscientes de su situación y de sus necesidades, una voluntad formada y preparada para la toma de decisiones y para ejercer su poder de legitimización de forma plena. De esta forma, en la oclocracia la legitimidad que otorga el pueblo está corrupta, pasando el poder del campo de los políticos al campo de los demagogos.
Rousseau nos advirtió de que la democracia degenera en oclocracia cuando la voluntad general cede ante las voluntades particulares, por ejemplo por artimañas que distraen la percepción de la opinión pública en un alegoría falaz del poder legítimo, algo que está ocurriendo actualmente en países de América Latina, que están siendo gobernados por auténticos déspotas con el apoyo de las muchedumbres, que nada tienen que ver con el pueblo callado y sometido que soporta estoicamente la opresión y los privilegios.
La democracia española se ha transformado en una oclocracia, gracias a los déspotas que detentan el poder político, los opositores que no saben distinguir entre pie y mano, y las muchedumbres agitadas por todos los grupos de presión de izquierdas y nacionalistas, que tienen por único interés erradicar la democracia de este país.
Queridos compatriotas, los españoles estamos obligados a actuar con diligencia y criterio para desplazar del poder a los oclócratas que quieren eliminar la democracia en España. La acción es urgente, la cohesión imprescindible, los bárbaros han llegado con la decisión de quedarse con nuestra democracia, nuestras instituciones, y nuestras vidas, y convertir a un pueblo libre en esclavo de sus veleidades fundamentadas en la ignorancia y la ambición extrema en la apropiación indebida. Desde La Moncloa se está dando un Golpe de Estado encubierto para ocultar todos los desmanes que el PSOE ha cometido durante estos últimos seis años, y el PP se calla porque también quiere ocultar los suyos, mientras los nacionalistas esperan seguir sacando tajada.
O acabamos con el régimen de opresión o el régimen de opresión que el PSOE está ejerciendo desde el Gobierno acabará con nuestra libertad. Estamos en una oclocracia, que es un régimen político que ejerce el poder –por intermediación del Gobierno- desde la voluntad de la muchedumbre que no se ajusta a la ley.
Una colaboración especial de Biante de Priena
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Publicado por Esveritate
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vía La Verdad de la Política de Esveritate el 13/05/10
En vista de la extraordinaria acogida que ha tenido el artículo publicado con el mismo título, vamos a seguir profundizando en el término oclocracia, aprovechando algunas consideraciones que se han hecho en el grupo Movimiento Democrático de Facebook, precisamente el autor que suscribe oficialmente con el nombre del grupo, hizo una sugerente aportación que transcribo:
“El mayor ejemplo reciente de oclocracia que se puede citar en la Historia de España -añadido a los citados por Biante- fueron las algaradas organizadas por el PSOE en los días 12 y 13 de marzo de 2004 tras el gravísimo atentado de los trenes en Madrid y en plena jornada de reflexión electoral. Bajo la consigna mentirosa del "queremos saber" distribuida a cientos de miles de ciudadanos a sus móviles, las caceroladas y las palabras de Rubalcaba: "España no se merece un gobierno que nos miente", se logró un dominio sobre masas en movimiento que hicieron ejercicio de una violencia inusitada -recuérdese los ataques a las sedes del PP- creando la ilusión de que era necesario un cambio de gobierno sobre la base de que esa era la voluntad popular. Esos actos profundamente olocráticos tuvieron como resultado el cambio de voto en 3 millones de españoles y la llegada al poder del político más nefasto e incapaz de los últimos 200 años de la Historia de España” (Movimiento Democrático).
Ciertamente, la democracia fue usurpada el 11-M de una forma extravagante a los electores (el pueblo español), con una información manipulada, repleta de infamias contra los gobernantes salientes, con una campaña de agitación en el mejor estilo bolivariano ("No a la guerra"), azuzada por los partidos de la izquierda española, fundamentalmente el PSOE e IU, y la colaboración de los nacionalistas. El pueblo se manifestó en las urnas, convirtiendo en democrático un resultado fundamentado en la violencia, el acoso, y la difamación, convirtiendo al gobierno del Presidente Aznar, por juicio popular de la muchedumbre agitada por los socialistas y comunistas, en el responsable de lo ocurrido el 11-M por haber enviado tropas en labores humanitarias a la retaguardia del frente anglo-norteamericano. En Irak no murió ningún soldado, ni se tiene constancia de que ningún soldado español disparara un solo tiro, sin embargo en Afganistán, donde no ha dejado de enviar fuerzas el Gobierno de José Luís nos acercamos ya a los cien soldados muertos, para que Obama le siga invitando a los desayunos de oración.
Lo ocurrido los días 12 y 13 de marzo, en plena jornada de reflexión, con un pueblo atenazado por la ira, el espanto y la tristeza recuerda al asalto al Palacio de Invierno en San Petersburgo por los soviets, que trajo como consecuencia la época de mayor sufrimiento histórico para las repúblicas del socialismo real. Fue un ensayo de Golpe de Estado Revolucionario, que tuvo sus precedentes en las campañas de acoso y derribo al gobierno en el caso del Prestige y el “nunca mais”.
Las urnas legitimaron la barbarie, desde entonces hemos vivido en la época de mayor crispación política de la historia de España, al mismo tiempo que el declive económico y político en todas las instituciones del Estado nos ha conducido a una situación delirante. En 2008, la alianza social-nacionalista permitió que José Luis volviera a ser Presidente del Gobierno, con un acuerdo implícito que tiene como único objetivo la devastación institucional del Estado, con el objetivo de promover el paso a un Estado Federal que destruya para siempre la nación española. Como consecuencia de la ineptitud de la camarilla de incompetentes profesionales que acompaña a José Luis en el Gobierno, España está a punto de sobrepasar los cinco millones de parados, se aproxima al 15 % de déficit del Estado, tiene la deuda interna mayor de Europa (250 % del PIB entre privada y pública) y según el último informe del FMI seguirá sin producir crecimiento suficiente para crear empleo (+ 3 %) por lo menos hasta el año 2015.
Los españoles, tras los cuarenta años de dictadura franquista y el deterioro progresivo de la educación, lamentablemente no estamos avezados en cuestiones políticas. Los políticos españoles de la época actual, al igual que los periodistas políticos, son los menos formados de la historia de la democracia reciente. Los ingleses, sin embargo, llevan muchos años de democracia ininterrumpida y tienen perfectamente denominados los conceptos.
En la cultura anglosajona hay un término específico “el mayoritarismo” que precisamente define lo ocurrido en España durante los últimos años, un partido, el PSOE en este caso, se alía con otros que comparten los mismos objetivos, los nacionalistas, y entre ambos establecen una tenaza que acaba excluyendo al partido de la oposición (“cordón sanitario”, "espiral de silencio") al que somete a una campaña de acoso, difamación y desprestigio permanente, desde los medios de comunicación controlados desde el poder. En este proceso suele ser habitual que los aliados del “mayoritarismo” no respeten las reglas del juego establecidas en la Constitución o en los procesos judiciales, como ahora se está viendo en las campañas iniciadas en apoyo del juez Garzón, contra la sala II del Tribunal Supremo, o en las de apoyo al Estatut Catalán, contra el Tribunal Constitucional.
La wikipedia en inglés profundiza en el tema, y considera que el mayoritarismo se denomina de forma peyorativa como oclocracia (rodillo de la multitud) o tiranía de la mayoría, por sus oponentes.
Oclocracia ("tiranía de la muchedumbre") es la degeneración de la democracia ("gobierno del pueblo") por el uso de la demagogia de aquellos que detentan el poder, la "tiranía de la mayoría" y el imperio de la pasiones (ideologías) sobre la razón, al igual que las oligarquías ("gobierno de unos pocos") es la degeneración de la aristocracia ("gobierno de los mejores") podrida por la corrupción.
La conclusión final sobre la oclocracia en España nos lleva a una situación desesperada, en la que un Gobierno corrupto, apoyándose en muchedumbres organizadas y sufragadas por los partidos que apoyan al Gobierno, artistas, sindicatos, y colectivos subvencionados, proyectan la ilusión política sobre los ciudadanos de que son la representación del pueblo español, de que son realmente un gobierno legítimamente democrático, cuando en realidad son unos usurpadores y detentadores, que tienen por único objetivo mantener al pueblo embaucado en su mentira, para perpetuarse en el poder, mientras siguen disfrutando de su situación de privilegio, a costa de que la situación del pueblo se deteriore progresivamente –excluidas las muchedumbres de apoyo al Gobierno que son sufragadas con dinero público-.
En España estamos asistiendo a un Golpe de Estado Técnico desde el Gobierno, similar a los acontecidos en Cuba y Venezuela, y en otros países de América Latina. La irresponsabilidad criminal de lo que ha hecho el PSOE durante estos años en compañía de los nacionalistas, que han aprovechado para diferenciarse y sacar tajada por su apoyo, merece la condena eterna al ostracismo o su erradicación de la política.
El PSOE, junto a los nacionalistas, periodistas del pesebre, sindicatos, colectivos, y artistas patrocinados, son actualmente los principales enemigos de la democracia española y del pueblo español. Jamás volverán a permitir que haya pluralidad, libertad, justicia, democracia e igualdad en España mientras permanezcan en el Gobierno, viviendo cómodamente a costa de esquilmar, oprimir, y amordazar a la inmensa mayoría de los españoles.
Los que esperan que el principal partido de la oposición haga algo que se vayan olvidando, porque el PP poco puede hacer ante lo que está ocurriendo, más que tratar de justificar lo que ha ocurrido en el caso Gürtell, ampliado por los jueces y los medios de comunicación y la propaganda como el mayor caso de corrupción de la historia de España, cuando por cada voto que deposita un votante al PSOE en elecciones municipales, autonómicas y estatales, este partido administra a lo largo de una legislatura nada más y nada menos que 150.000 euros, ahora multipliquen por 11 millones y les saldrán 1.650.000 millones de euros (1,65 billones de euros) que es lo que pasa por sus manos a lo largo de 4 años de gobierno. ¿Cuánto recibe cada español en servicios y bienes públicos cada 4 años? Calculen ustedes que tan sólo un desapercibido 1 % se quede en el cajón de las desapariciones (posiblemente sea bastante más), supone exactamente 16.500 millones de euros (4.125 millones por año). ¿Cuándo ineptos semejantes fueron mejor pagados?
Una colaboración especial de Biante de Priena
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