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La independencia del Zulia: ¿una quimera?
El siguiente es un articulo escrito por el Profesor Gabriel Andrade quien expresa su análisis y opinión con respecto al Zulia. Por consiguiente si bien respetamos su opinión no nos hacemos responsable de la misma, ya que solo compartimos el articulo por parecernos interesante de leer y analizar.
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En otros lugares he expuesto mi repugnancia por el nacionalismo (acá). Creo que el sentirse ciudadano del mundo contribuye mucho más a la felicidad humana que el proclamar a viva voz: “¡Mi país, para bien o para mal!”. La globalización es, en balance, un proceso positivo, pues contribuye al forjamiento de una aldea global, y derrumba las barreras que los nacionalismos han sembrado en los últimos tres siglos. El nacionalismo reposa sobre la obsesión con la identidad cultural, la cual supone un obstáculo al espíritu cosmopolita que tanto defendieron los filósofos ilustrados en el siglo XVIII, y el cual yo abrazo.
Por eso, el proyecto de independencia zuliana me resulta, en principio, una manifestación más de ese nacionalismo embrutecedor. Los movimientos independentistas suelen hacerse eco de la vieja proclama nacionalista de Herder y los románticos en el siglo XIX: las fronteras políticas deben coincidir con las fronteras culturales; la particularidad del Volksgeist debe manifestarse en el gobierno. Así, si una región es culturalmente distinta al resto de la identidad política, entonces debe promover su separación, para formar un gobierno aparte.El Zulia cuenta con alguna particularidad cultural respecto al resto de Venezuela, pero no creo que sea suficiente como para legitimar un movimiento secesionista. No obstante, la legitimidad de los movimientos secesionistas no reposa exclusivamente sobre la particularidad del Volksgeist. De hecho, opino que los motivos culturales son los menos relevantes a la hora de inspirar un movimiento de secesión. Son mucho más relevantes los motivos económicos.
Marx sentía repulsión por el nacionalismo romántico promovido por Herder y Fichte, entre otras cosas, porque estimaba que la obsesión con la integridad del Volksgeist era un distractor alienante de los verdaderos intereses de la clase trabajadora, los cuales se traducen en la satisfacción material. Comparto parte de la opinión de Marx. El nacionalismo, si acaso es deseable, debe estar más conducido por la economía y la política, y menos por la identidad cultural. En otro lugar he opinado (acá), por ejemplo, que aun si Puerto Rico es culturalmente ajeno a EE.UU., le conviene convertirse en el estado 51, pues sus ventajas económicas y políticas son sustanciales.
Pues bien, en el caso del Zulia, me inclino a pensar a la inversa: aun si no hay mayor separación cultural entre los zulianos y el resto de los venezolanos, la independencia del Zulia tendría plenitud de justificación política y económica, lo suficiente como para legitimar la causa separatista.
El movimiento separatista zuliano ha crecido especialmente durante el gobierno de Hugo Chávez. No es casual que así sea. Como ningún otro gobierno venezolano, el actual ha retenido sistemáticamente los recursos destinados a la gobernación del Zulia. Hay, obviamente, un trasfondo político: mientras el gobernador sea de un partido opositor a Chávez, habrá recorte en los recursos a la región zuliana. Cuando, en el año 2006, se consideró seriamente la posibilidad de la independencia zuliana, Chávez inmediatamente amenazó que, en caso de que alguien se atreviera a declarar la independencia, enviaría tropas para reprimir el movimiento.
Es irónico que en Venezuela se celebre por todo lo alto el bicentenario de la independencia respecto a España. Pues, muchos de los argumentos que se emplearon para justificar la independencia de Venezuela frente a España, pueden utilizarse para justificar la independencia del Zulia frente a Venezuela. Y, en este sentido, Chávez amenaza hacer con el Zulia exactamente lo mismo que hizo Fernando VII cuando envió las tropas al mando del general Murillo, a fin de reprimir el movimiento independentista en Venezuela.
Las diferencias culturales entre los españoles y los venezolanos no eran tan grandes, y precisamente por eso, la lucha por la independencia fue muy dura. Los promotores de la independencia fueron en su mayoría blancos criollos, culturalmente muy cercanos a los blancos peninsulares. De hecho, plenitud de historiadores han advertido que la guerra de independencia en Venezuela fue en realidad una guerra civil entre gente nacida en Venezuela que quería conformarse como nación aparte, y gente nacida en Venezuela que quería continuar con su gentilicio español.
Entre los independentistas hubo, por supuesto, un aparato propagandístico que exaltaba las diferencias culturales entre los españoles y los americanos. Pero, esta exaltación fueron más un invento, y menos un reflejo natural, de esas supuestas diferencias culturales entre venezolanos y españoles. Las diferencias culturales entre España y Venezuela vinieron a desarrollarse con mayor tesón después, y no antes, de la independencia. Y, al final, los motivos culturales, propios del nacionalismo romántico, no fueron muy persuasivos a la hora de promover la independencia. Fueron más persuasivos los argumentos políticos y económicos.
Los independentistas tenían sobradas razones políticas para justificar su empresa. La Corona española no permitía que los nacidos en América ocuparan cargos públicos. Las posiciones de poder eran ocupadas por los peninsulares. Esto convertía a los criollos en ciudadanos de segunda, y naturalmente, motivó la gesta independentista.
En el Zulia, hemos vivido algo someramente parecido. Los zulianos no somos ciudadanos de segunda frente a los oriundos de Caracas. Pero, la centralización del poder en Caracas durante la historia republicana venezolana (y, especialmente en la última década), ha propiciado que los zulianos estemos en desventaja en el ejercicio del poder, y no tengamos el mismo acceso a las posiciones privilegiadas, a diferencia de los actores políticos procedentes de la región central. No hay un decreto que prohíba a un zuliano ser presidente de Venezuela, pero un dato recurrente en muchas encuestas desde hace varias décadas es que cualquier político oriundo del Zulia (independientemente de su ideología) tiene pocas posibilidades de convertirse en presidente.
Quizás el argumento de mayor peso en la promoción de la independencia venezolana fue el agresivo sistema mercantilista de la Corona: las riquezas de las colonias eran depredadas para alimentar a la metrópolis, y se había impuesto un monopolio comercial que no permitía el desarrollo económico local. En otras palabras: las colonias aportaban riquezas, pero recibían muchísimo menos en el reparto. Las colonias hispanoamericanas servían de sustento al parasitismo de las regiones de la Península Ibérica, y a los caprichos de la Corona. Para asegurar el desarrollo económico de Venezuela, se alegaba, era necesario romper con España
Pues bien, los zulianos hemos vivido muy de cerca una situación similar. El saqueo del petróleo zuliano por parte del régimen de Caracas ha sido seguramente más agresivo que el saqueo del oro venezolano por parte de la Corona española. El Zulia sirve de sustento para el parasitismo de las otras regiones de Venezuela, y para los caprichos de los gobiernos de turno.
Hoy, los opositores a la independencia zuliana alegan que Venezuela necesita urgentemente el petróleo zuliano para sobrevivir, y que la independencia zuliana ahogaría al resto de Venezuela. Pero, ése era exactamente uno de los argumentos de los realistas: la independencia de las colonias hispanoamericanas ahogaría al resto de las regiones de España. También se alega que el Zulia nunca ha sido independiente, y nunca ha existido como nación; pero, vale recordar que Venezuela tampoco había sido independiente hasta 1810, y tampoco había existido como nación. Así como Venezuela empezó a existir como nación gracias a su ruptura con España, el Zulia perfectamente podría empezar a existir como nación gracias a su ruptura con Venezuela.
El gobierno de Chávez recurrentemente ha acusado a los independentistas zulianos de recibir el apoyo de EE.UU., el cual estaría muy interesado en quebrantar la unidad nacional de Venezuela para atacarla más eficazmente. Estos alegatos son muy plausibles. Pero, vale recordar que en la independencia venezolana tuvo participación militar y financiera Gran Bretaña y tenuemente los EE.UU., precisamente como estrategia para debilitar a España en las rivalidades imperiales.
Algunos opositores a la independencia zuliana han elaborado una objeción más filosófica, a partir de la paradoja sorites. Esta antigua paradoja pregunta, ¿a partir de cuántos granos de arenas estamos en presencia de un ‘montón’? Pues bien, la objeción es la siguiente: ¿dónde ponemos límites a las aspiraciones independentistas? Hoy, el Zulia puede independizarse. Pero, si lo logra, mañana la Costa Oriental querrá independizarse del Zulia. Y, pasado mañana, Lagunillas querrá independizarse de la Costa Oriental. Así seguiremos hasta quedar en ciudades-Estados.
Si bien esta objeción es filosóficamente interesante, vale advertir que, perfectamente, Fernando VII la pudo haber invocado para reprimir a los independentistas venezolanos: hoy el imperio español se rompe, mañana Venezuela, después la provincia de Maracaibo, y al final, quedaríamos sólo con las ciudades como entidades políticas.
En todo caso, a diferencia de otras regiones separatistas en la geopolítica contemporánea (como, quizás, el País Vasco), el Zulia es lo suficientemente grande y rico como para sostenerse por cuenta propia. Panamá y El Salvador tendrían más o menos su misma extensión territorial y población.
Por último, algunos objetores más cosmopolitas añaden que, en una época de integración global y conformación de grandes bloques económicos y políticos, el separatismo zuliano es un anacronismo. En la unión está la fuerza. Pero, de nuevo, este argumento perfectamente pudo haber sido empleado por Fernando VII frente a la independencia venezolana: en la unión del imperio español estaba la fuerza, y frente al crecimiento del imperio británico y norteamericano, le convenía más a las colonias hispanoamericanas conservar la unidad en un gran bloque dirigido desde Madrid.
Con todo, esta última objeción me parece bastante razonable: conviene abrir las fronteras políticas, no cerrarlas, y por eso, la globalización es bienvenida. Pero, si ello implica que las riquezas de una región son depredadas por otra, y se da una relación de parasitismo, entonces es urgente tomar algunos correctivos. La queja de los zulianos es muy similar a la queja de los vascos y catalanes. Si bien en esos casos, hay un nacionalismo romántico lingüístico más preponderante, el argumento que más persuade es que ésas son las regiones más ricas de España, y su riqueza es depredada por el centralismo español para dirigirlas a otras regiones. Algunos grupos moderados en Cataluña y el País Vasco hacen una propuesta elemental: un régimen de autonomía fiscal. En otras palabras: que lo que se produce en esas regiones, ahí se quede.
Mi deseo para el Zulia no es tan extremo: no propongo un sistema de autonomía fiscal como el de esas regiones españolas. Pero, sí considero urgente que el gobierno nacional reconsidere la depredación de riquezas y su mezquindad en la asignación de recursos al Zulia. Pues, lo mismo que en el régimen colonial español, esto podría convertirse en una bomba de tiempo que podría estallar aupada por una propaganda nacionalista zuliana, y nos conduzca a una guerra mucho más violenta que la que vivió Venezuela en sus orígenes como nación.
Fuente: opinionesdegabriel.blogspot.com
Autor:
Gabriel Andrade
Profesor de la Universidad del Zulia, Venezuela.
Autor del libro “El darwinismo y la religión”.