Tomás Fuertes: “El trabajador es una empresa que tiene que vender eficacia”:
A escasos 35 kilómetros de Murcia se encuentra Alhama, una localidad de 20.000 habitantes donde la crisis también ha hecho mella, aunque en proporciones muy inferiores al resto de la región. ¿El secreto? Allí se ubica la sede principal de la mayor empresa murciana, el Grupo Fuertes, que tiene su origen en la chacinería fundada hace 58 años por una humilde familia cuyo apellido da nombre a este holding que hoy emplea a más de 5.500 personas y que además de la alimentación abarca actividades tan dispares como la construcción, el turismo o la biotecnología.
Su firma emblema es el El Pozo, la segunda empresa de embutido que más vende del país con un 8,2% de cuota de mercado –por detrás de Campofrío (13%)–. La compañía ha sorteado las dificultades con holgura. En 2010 facturó un 6,4% más y para el año recién clausurado prevé un crecimiento de doble dígito, superando los 700 millones (el Grupo Fuertes en su conjunto ingresó 1.145 millones en 2010). Y para 2012 prevé aumentar la producción.
Todo en un contexto de contracción en el sector de la alimentación. La apuesta de El Pozo por los precios económicos funciona siempre, pero en crisis aún más. Su presidente, Tomás Fuertes, explica las claves de esta resistencia: “Tenemos una gama de productos muy amplia y para todos los bolsillos, los más generosos y los más débiles, y nos ajustamos a las necesidades de los clientes y de la distribución, que son nuestros jefes”.
Cuando se le pregunta por la relación con sus jefes los distribuidores no dudan un segundo: “Buenísima. Les damos lo que ellos quieren: bueno, bonito y barato”. La mortadela es la gran triunfadora de la crisis. Aunque no la única, porque El Pozo también presume de mejorar sus cifras en la rama de ibéricos, introducida en los últimos años; al igual que la gama alta de carne vacuna y pavo. “Así los musulmanes pueden comer también nuestros productos”, recalca Fuertes.
El objetivo es llegar al mayor espectro de consumidores. Y ante los cambios progresivos en los hábitos de consumo El Pozo trata de adaptarse: “Antes se comía por necesidad, por placer y por economía, ahora también se han incorporado la salud, la estética y la comodidad del alimento”. En esta evolución aparece la innovación, una de las prioridades de El Pozo, que dedica 50 millones de euros anuales a I+D+i. “Siempre hay que buscar el valor añadido”, defiende Fuertes.
Tampoco se cierra ante la marca blanca. Al contrario. “La hacemos para dar servicio a nuestros clientes”, sostiene. ¿Y no va en contra de su propia marca? “No. Tenemos que convivir. Y también es fabricación y nosotros somos fabricantes”, recuerda.
La filosofía de la compañía es “la mejora constante”. “Somos peores que mañana, pero mejores que ayer”, abunda Fuertes, una cara poco reconocida para el gran público a pesar de ser uno de los empresarios de más éxito de España. Esto no le impide moverse como uno más entre los 3.500 empleados que trabajan para El Pozo en las inmensas instalaciones con que Alhama recibe a sus visitantes.
Ataviado con una bata blanca, como todos los trabajadores, don Tomás, como se le conoce en el pueblo, camina aceleradamente por los pasillos del complejo. Es un obsesivo del tiempo y hace gala de ello: “Intento sacarle 70 segundos al minuto”.
A sus 71 años se siente con cuerda para rato. “Los empresarios no tenemos edad, necesitamos la juventud constante y si no la tenemos en el carné de identidad la debemos tener de espíritu”, defiende. Su hijo, Rafael Fuertes –el único varón de seis–, con quien comparte despacho desde hace 16 años, lo corrobora. “Él dice: mi cuerpo tiene 71, mi mente 42 y mi alma 13; si haces la regla aritmética, ahí están los 42, y yo tengo 40, así que hay algo que falla”, bromea.
Fuertes insiste en que “lo más importante es vivir la vida con pasión” porque “vale más y cuesta lo mismo”. Así se lo exige a sus trabajadores. “Hay que estar contento”, advierte. Y es que para él el trabajo no es tal: “Lo importante es encontrarte con tu vocación, así no trabajas, te diviertes”. Don Tomás, que el pasado verano recibió la Medalla al Mérito en el Trabajo, dice hacerlo “al 101%”.
Observa la situación del país con prudencia y valora el cambio de Gobierno a la espera de las reformas que resuciten la economía. Entre ellas la financiera y la laboral. Sobre esta lanza una reflexión: “Tenemos que convencernos de que el propio trabajador es una empresa que vende un producto, que es eficacia, no sólo trabajo. Alemania lo ha tenido claro y así les va”.
En la búsqueda de esa eficacia, El Pozo no se detiene. “Tenemos que crecer por necesidad; tenemos instalaciones para ello”. Y lo quiere hacer “orgánicamente, no por absorción”. A pesar de la atomización del mercado no prevé salir de compras. Sí espera cerrar más acuerdos con cadenas de comida rápida como los firmados en los últimos años con Telepizza, Bocatta o más recientemente con McDonald’s, a la que proveerá del jamón para la nueva McIbérica.
La exportación también será clave en ese desarrollo. El Pozo ya vende sus productos en 75 países y está sopesando entrar en “otros mercados emergentes”. ¿De dónde? Principalmente de Asia, donde ya está presente, Latinoamérica y Europa del Este.
Fuertes mira al futuro con optimismo. ¿El relevo? La tercera generación ya está incorporada en la empresa. “En el consejo de administración está el G-6 (seis de los 12 hijos que tienen don Tomás y sus dos hermanos, José y Juana). No teme disputas como las ocurridas en otros grupos porque “todos remamos en la misma dirección” y “la empresa está por encima de la familia”.