Hace ya casi dos años que volví de Alemania. Allí estuve trabajando durante cuatro años en SiemensVDO, la filial de automoción del gigante alemán comprada más tarde por Continental. La manera de trabajar era muy diferente a la española, primero por la propia manera de pensar de los alemanes y segundo por el modo de reaccionar de los jefes ante los problemas que surgían en el día a día.
Una de las cosas que más me sorprendió ver en la empresa fue la manera en que se gestionaban los errores, en ocasiones graves. En España, cuando se comete un error en el algún punto del proceso, la primera pregunta que se hace un jefe suele ser “¿De quién es la culpa?”. Se corre a depurar responsabilidades, a encontrar al culpable y a meterle una bronca para que “no se vuelva a repetir”. Mediante esta estrategia, no solamente es normal que el error se vuelva a repetir sino que además, mientras se busca y se encuentra un culpable o cabeza de turco, el problema sigue sin solucionarse y el tiempo corre.
En Alemania, lo primero que el jefe hacía era preguntar “¿Cómo lo resolvemos?”. La gente se empezaba a mover y el problema quedaba resuelto en la mayor brevedad posible. Una vez el error había sido subsanado, entonces se investigaba qué había sucedido exactamente y se aseguraban las medidas para evitar que ocurriera lo mismo en el futuro. El proceso, mental y operativo, era diametralmente opuesto al que se suele realizar en España, y a mí me parecía que funcionaba mucho mejor.
La culpa.
“La culpa es tuya” o “Esto es por tu culpa” son frases que oímos a menudo, no sólo en entornos laborales, sino también en relaciones de pareja e incluso amistosas. La culpa es, de acuerdo a la PNL, una nominalización. Esto es cuando le damos nombre a algo que no existe físicamente. La próxima vez que te digan que tienes la culpa, puedes mirarte los bolsillos y decir “Yo no la tengo. Me la habré dejado en casa”.
La culpa es más bien un sentimiento muy desagradable. Es una de las sensaciones más desagradables que uno puede generar en su cuerpo. Nace de una sociedad en la que parece que equivocarse es un error capital. Esta manera de pensar hace que no nos atrevamos a hacer cosas diferentes, a pensar cosas diferentes siquiera, porque corremos el riesgo de equivocarnos. Esto es una estupidez altamente contraproducente para todos. Recuerda, todo es feedback. Y lo más importante: tienes derecho a equivocarte. Tienes derecho a hacer las cosas mal. Saca de tu vida a aquellos que se enfadan ante tus equivocaciones, porque están en oposición a tu desarrollo y a tu creatividad.
La culpa nace de una forma especial de utilizar el lenguaje, generalmente empleada por los padres, y que hace uso de los verbos “tener que” y “deber”. “Tienes que hacer esto”, “Debes hacer esto”. Cuando oigas frases de ese tipo, pregúntate ¿Y qué sucede si decido hacer otra cosa?, ¿Cuáles serán las consecuencias? Si aceptas este tipo de mandatos te sumerges en un mundo en el que cada vez hay más normas, reglas y obligaciones. En tu mente se crea una maraña de cables entrecruzados que terminan por restringir tu libertad física e incluso tus reacciones. Queda un fino espacio entre tanto deber hacer esto y tener que hacer lo otro, y por ahí es por donde te mueves, cada vez más ahogado. No es difícil estar en una situación de este tipo, y uno no se da cuenta hasta que se empieza a sentir asfixiado. Créeme, he estado ahí.
Es curioso que, en un mundo tan dominado por el ansia de posesiones, precisamente la culpa otorgue prestigio a aquel que no la tiene. Y es precisamente el que suele tener la culpa el único que, de entre todos los demás, decidió hacer algo. El único que tomó una iniciativa. La culpa se pasa de mano en mano como si fuera un billete y, cuando la música se para, aquel que la tiene es vilipendiado. En esta sociedad casi todos juegan a lo mismo, y se empieza a hacer muy aburrido. Y, si uno se fija, se da cuenta de que es aquel que echa la culpa a otro el que la tuvo en primera instancia y ahora se deshace de ella.
Este juego es inútil para todos. Que alguien desarrolle un sentimiento de culpa y que éste eche raíces en su cuerpo para quedar ahí latente a la espera de ser activado de nuevo es algo terrible. Esta somatización permite que nazcan otras malas hierbas como la rabia, el resentimiento y el remordimiento. En cuanto estos arbustos están instalados en la mente, desarrollan sus propias ramas en forma de argumentos mentales y despliegan sus hojas en forma de pensamientos, intoxicando los procesos mentales y consumiendo el cuerpo de aquel que los alberga.
De acuerdo a la RAE, la culpa no es un sentimiento sino una acción concreta cometida voluntariamente con la intención de hacer daño a terceros. Así pues, conviene ir sustituyendo la culpa por la responsabilidad. Responsabilidad es una palabra compuesta de dos términos: respuesta y habilidad. Es decir, la responsabilidad es la habilidad de ejecutar una respuesta. Una persona responsable es aquella que es capaz de responder de una manera hábil y acertada, tanto con palabras como con acciones.
De acuerdo a estas definiciones, mientras que la culpa esclaviza (y por eso se utiliza con tanta vehemencia), la responsabilidad nos hace libres. Mientras que la culpa es un sentimiento que nace de la frustración y de la intolerancia, de la responsabilidad surge el sentimiento de ser honesto y proactivo. Las personas responsables saben que lo que sienten en su interior tiene el poder de cambiarlos y evitan ceder a otros sus propias responsabilidades, así como también deciden dejar de asumir aquellas responsabilidades que son competencia de otros. El responsable se hace cargo del riesgo de ser perseguido y criticado por aquellos que emplean la culpa para manipular, pero lo prefiere a ser esclavizados por ellos.
Si sueles pensar que la culpa siempre es de otros, te estás equivocando. Cada uno es responsable de lo que hace y de lo que dice. Culpabilizar a otros sólo es una manera de intentar manipularlos. Y mientras culpas, estás poniendo tu poder sobre los demás e ignorándolo. Si ignoras tu propia responsabilidad cuando las cosas van mal, también tenderás a ignorarla cuando las cosas vayan bien, y te estarás perdiendo una demostración de tu propio poder que podrías emplear para fundamentar nuevas creencias sobre ti que serían muy valiosas para el futuro.
Deja de culpar a otros y asume la responsabilidad en tus acciones. Todos ganaremos mucho.
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