jueves, 2 de junio de 2011

Insertar Archivos Flash en Blogger

Insertar Archivos Flash en Blogger: "


Para que funcione se han de tener en cuenta tres cosas: la dirección URL, el ancho y el alto. Como en Blogger no podemos alojar archivos, si utilizamos servicios externos que sirven para guardar archivos pero que no nos permiten enlazarlos desde una página web (hotlink); JMiur utiliza dos servicios: Fileden y DropBox.


El código elemental para insertar un archivo de Flash es este:




<object type="application/x-shockwave-flash" data="URLarchivo.swf" width="ancho" height="alto"> <param name="movie" value="URLarchivo.swf" /> </object>





En Blogger, la URL siempre comienza con el protocolo http:


La etiqueta PARAM se usa para agregar atributos especficos. Hay dos que deberían agregarse siempre:


<param name="wmode" value="transparent"/> <param name="allowScriptAccess" value="always"/>





El primero, indica el modo en que se mostrará el SWF; poniendo transparent resolvemos la mayoría de los problemas que se presentan cuando se producen superposiciones.


El segundo, habilita la ejecución de acciones que contenga el SWF (por ejemplo, un menú o algunos juegos).


Así que, el código que utiliza JMiur por defecto es algo así:




<object type="application/x-shockwave-flash" data="URLarchivo.swf" width="ancho" height="alto"> <param name="movie" value="URLarchivo.swf"/> <param name="wmode" value="transparent" /> <param name="allowScriptAccess" value="always" /> </object>




Un ejemplo de archivo flash:




Todas las opciones de PARAM se escriben del mismo modo, la sintaxis general es:


<param name="NOMBRE" value="VALOR" />



Por ejemplo: play indica si se ejecuta de modo automático que es el valor por defecto (true) o no (false).


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El principio de relatividad (y II)

El principio de relatividad (y II): "

Un observador que no conozca las leyes de transformación puede volverse loco

La relatividad de Galileo estuvo vigente durante un par de centurias. Pero a principios del siglo XX nos dimos cuenta que no casaba bien con algunas cosas. En particular, con el electromagnetismo.

Por aquel entonces el electromagnetismo era una teoría joven, pero arrancaba con fuerza cosechando éxitos impresionantes. Pero no se llevaba bien con las transformaciones de Galileo. En resumidas cuentas, simplificando mucho, sí un observador inercial realiza una observación sobre un fenómeno electromagnético e intenta usar las transformaciones para.averiguar el resultado obtenido por otro observador inercial diferente, resulta que fracasa estrepitosamente.

Dicho de otra forma, las ecuaciones del electromagnetismo son diferentes en cada sistema de referencia, lo cual es inaceptable para el principio de referencia. Además, nos crea el problema de tener que elegir qué sistema de referencia escoger. Durante algunos años se creyó que era debido a que había algún motivo por el que, en electromagnetismo, hay un sistema de referencia intrínsecamente mejor que los demás, rompiendo de raíz con el principio de relatividad. De esta forma, volvía el concepto de sistema de referencia.absoluto, pero esta vez sin estrellas lejanas.

A éste sistema de referencia hipotético se le llamó éter, seguro que os suena la palabra. Y debía tener unas propiedades extrañísimas para permitir la enorme velocidad de las ondas electromagnéticas. Con la perspectiva moderna, hablar del éter puede incluso llegar a parecer ridículo. Pero, ¿quién iba a pensar que las transformaciones de Galileo estaban mal?

Pues lo pensó un tal Lorentz. Aunque él se lo planteó como un ejercicio más bien matemático, no fue hasta el advenimiento de Einstein que se tuvo claro que había que modificar la relatividad de Galileo para dar lugar a unas nuevas leyes de transformación que sean amigables con el electromagnetismo. Precisamente, las descubiertas por Lorentz.

Llegados a este punto, dos incisos. Aunque la relatividad de Einstein y Lorentz históricamente apareció para reconciliar él electromagnetismo con él resto de la física, las nuevas transformaciones modifican también la mecánica clásica de raíz. Y mucho. A menudo esta nueva versión del mundo clásico recibe él nombre de “mecánica relativista”. Pero no os llevéis a engaño, la otra también tiene un principio de relatividad, el de Galileo.

Por supuesto, la mecánica relatividad se parece mucho a la clásica en situaciones cotidianas. Los efectos relativistas sólo son notorios cuando intervienen velocidades próximas a la de la luz (o cuando la precisión del experimento es enorme, por ejemplo el efecto Mosbauer permite observar relatividad a velocidades de unos cuántos cm/s).

Precisamente costó mucho entender las transformaciones de Lorentz porque dichas velocidades no son muy comunes. Si viéramos en un mundo de altas velocidades, jamás se nos habría ocurrido recurrir a una simplificación, como fueron las transformadas de Galileo.

Einstein y Henri Poincaré
El electromagnetismo tiene la virtud que implica objetos que se mueven a velocidades cercanas a la de la luz. Sin ir más lejos, las ondas electromagnéticas se mueven a esa velocidad, exactamente… porque de hecho, son luz.

Pero quiero dejar claro que ni el electromagnetismo, ni la luz en si, no tienen nada de especial. Simplemente se cruzaron en el camino de la ciencia en el momento adecuado. Si hubiera sido posible detectar las ondas gravitatorias antes que las electromagnéticas, por decir algo, la relatividad se habría podido construir en base a ello, y ahora estaríamos hablando de “la velocidad de la gravedad”.

De esta forma, la relatividad de Einstein, con las transformaciones de Lorentz, es una ampliación de la galileana, que provoca grandes cambios. Pero que muy grandes,... aunque no me voy a parar en ellos ahora, eso lo dejo para otro día. Hoy sólo nos centramos en el principio de relatividad en sí.

Sin embargo, Einstein heredó de Galileo la necesidad de que los sistemas de referencia sean inerciales. Es decir, las transformaciones de Lorentz sólo nos sirven para relacionar mediciones hechas por dos observadores inerciales. ¿Es posible eliminar esta restricción?

La respuesta es sí. Pero es bastante más difícil. De hecho, conseguir este punto es esencialmente la panacea: obtendríamos una teoría en que uno podría usar cualquier observador, sin límite de ningún tipo. No en vano la teoría que lo consiguió recibió el nombre de Relatividad General. De nuevo, de mano del mismísimo Einstein (aunque, por supuesto, tubo mucha ayuda; por ejemplo de Poincaré, quien posa a su lado en la fotografía anterior).

Por supuesto, esta nueva relatividad ya no utiliza las transformaciones de Lorentz. El enorme poder de transformar cualquier observador implica también la necesidad de usar una herramienta matemática igualmente potente, pero a su vez difícil y abstracta. Se trata del grupo de difeomorfismos.

Albert se dio cuenta que el problema de generalizar la relatividad estaba muy ligado con la naturaleza de la gravitación. De hecho, cualquier efecto no-inercial que sufra un observador situado en un sistema de referencia no-inercial (valga la redundancia), se puede relacionar con un efecto gravitatorio. Esto es lo que se conoce por el nombre de principio de equivalencia. Pero, como dije antes, no me extenderé en ello hoy.

En resumidas cuentas, si uno quiere formular una teoría de relatividad tiene que hacer dos cosas: primero, definir qué observadores son válidos, y segundo definir las leyes de transformación que relacionan dichos sistemas de referencia. Tanto la relatividad de Galileo como la de Einstein se limitan a sistemas de referencia inerciales; la primera usa las transformaciones de Galileo, la segunda las de Lorentz. Por último, la relatividad general abarca absolutamente todos los observadores posibles, y permite pasar de uno a otro mediante los abstractos difeomorfismos.

Foto | Beto Ruiz Alonso, Fundoro



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El principio de relatividad (I)

El principio de relatividad (I): "

La Persistencia de la Memoria, de Dali, a menudo se ha comparado con la relatividad de Einstein

La palabra relatividad es de esas que nunca pasa desapercibida. A mucha gente incluso le suscita hasta miedo. “¡qué difícil!”. Hasta el punto que corren mitos estúpidos, como el que asegura que únicamente tres personas la comprenden totalmente.

Eso quizá era así en la década de 1910, pero desde entonces ha habido un siglo de trabajo; y no sólo a cualquier persona con el título de física se le exige una comprensión meridiana de la teoría, sino que incluso dicha comprensión es mayor de la que nunca llegó a tener el mismo Einstein (si quería saber más, que no se hubiera muerto, ¿no?).

Al oír la palabra relatividad, uno inconscientemente piensa en Einstein. Yo mismo caí en dicha trampa en los párrafos anteriores. Aunque, con uno u otro nombre, el concepto es muy anterior.

¿Qué significa, pues, el concepto de relatividad? No, no vale decir que “todos es relativo”, aunque en cierto sentido los tiros van por ahí. En resumidas cuentas, la idea de la relatividad es que toda observación de la naturaleza está ligada a un observador. Perogrullo, ¿no?

Pues no. Porque ello también quiere decir que observadores diferentes pueden hacer observaciones diferentes sobre el mismo fenómeno. Y ojo, que he dicho pueden, no que deben. No es obligatorio.

En el fondo no es nada a lo que no estemos acostumbrados. Lo experimentamos cada día, por ejemplo en el transporte. Por ejemplo, yo ahora mismo estoy en un tren de cercanías escribiendo este texto en mi móvil moderno. Al mirar la pantalla, la veo totalmente quieta respecto a mi. Hasta el punto que no tengo mayor problema para pulsar las teclas (el único problema es decidir el orden en que teclear, lo cual no es tan fácil).

Sin embargo, el pescador que acabo de ver pasar por la ventana diría todo lo contrario. Para él, tanto yo como mi móvil han pasado a unos 90km/h, y le sería muy difícil leer la pantalla (lo siento, tendrás que esperar en leerlo en xataka ciencia, amigo; como todo el mundo).

Igualmente, para el pescador su caña estaba totalmente quiera, clavada en la arena. Para mi, no obstante, la caña se movía hacia atrás, a esos mismos 90km/h. Sí que estaba clavada en la playa, por supuesto, pero es que el pavimento también se movía hacia atrás a toda velocidad, desde mi punto de vista.

Pescador, cerca de la vía del mar

Aquí es cuando llega el listillo de turno y dice “pero sabemos que lo que se mueve es el tren, y con él tú y tu móvil”. Error. Esa afirmación es un artificio debido a la forma en que estamos acostumbrados a ver el mundo. Para poder funcionar en la vida cotidiana, inconscientemente asignamos el carácter de absoluto al movimiento de la Tierra. Es decir, para nosotros el planeta está quieto y nosotros nos movemos en relación a él.

Pero lo importante es la parte de “en relación a“. Sigue siendo una observación relativa porque hemos decidido usar un observador concreto, que nos va bien para vivir y entendernos entre nosotros. Pero eso no significa que sea la única elección físicamente posible.

Podríamos haber elegido el tren como sistema de referencia, y todo funcionaria perfectamente. Aunque sería un poco incómodo, ¿no? La Tierra es un sistema de referencia cómodo, pero no es intrínsecamente mejor.

Hasta ahora hemos dicho que el concepto de relatividad (no sólo la de Einstein) se basa en entender que cada observación está ligada a un observador concreto, a un sistema de referencia. Y que observaciones sobre el mismo fenómeno realizadas por observadores diferentes pueden arrojar valores dispares. Aunque todos los resultados serán correctos dentro del sistema de referencia concreto usado por ese observador.

Si todos los observadores son igualmente válidos para observar la naturaleza, eso significa que las leyes de la Física deben ser las mismas para todos. Eso vale a todos los niveles. En última instancia, las ecuaciones matemáticas utilizadas deben ser idénticas en todos los sistemas de referencia. Los valores concretos pueden cambiar, las ecuaciones no.

¿Eso quiere decir que dos observadores en sistemas de referencia diferentes están condenados a no entenderse jamás, a no poder compartir datos de sus observaciones? Por supuesto que no. Si sabemos las características de cada sistema referencial, siempre es posible deducir ecuaciones de transformación que nos permitan relacionar las mediciones de ambos sistemas. Es decir, sabiendo el resultado obtenido en un sistema de referencia, podemos automáticamente saber cual sería el valor obtenido en cualquier otro.

Las diferentes teorías de la relatividad que ha habido (podemos distinguir por lo menos tres históricamente muy importantes, más adelante las veremos) llevan asociadas formas de realizar la transformación de un sistema de referencia a otro muy distintas.

Broche de cintas métricas, utilizadas para observar la naturaleza

Por ejemplo, la mecánica clásica suele asociarse a las transformaciones de Galileo. Este es el tipo más sencillo de relatividad, todos estamos muy acostumbrados a vivirla día a día; se pueden resumir en la simple suma de velocidades. Si bien sus predicciones fallan completamente en regímenes de muy altas velocidades. Las transformaciones de Galileo ya dejan en evidencia que no hay ningún sistema de referencia intrínsecamente mejor que otro.

Esta carencia de un observador absoluto inquietaba al mismo Newton, probablemente debido a la mentalidad de la época. Para paliar ese “problema” en sus Principia, la obra que dio a ligar a la mecánica clásica, siempre hablaba del sistema de referencia de las estrellas lejanas fijas.

Era un artificio incorrecto: las estrellas no están fijas, sólo tan lejos que no apreciamos el movimiento; se mueven unas respecto a las otras, por lo que cada estrella está en su propio sistema de referencia, no hay uno sólo. Y, además, innecesario: la mecánica se puede plantear en un sistema de referencia cualquiera, y después usar las transformaciones de Galileo para pasar al resto de sistemas.

Pero… ¿cualquier observador sirve? ¿O tiene que cumplir alguna condición especial? Pues, depende de cual sea la teoría de relatividad que estemos manejando. De hecho, siguiendo con el ejemplo de Galileo, no nos sirven todos los observadores, sólo aquellos que estén en un sistema de referencia inercial. Podemos distinguir un sistema inercial porque siempre se mueve a la misma velocidad, uniforme, respecto de otro sistema inercial.

El lector atento se habrá percatado que la definición dada requiere de un primer sistema inercial para ver si los demás lo son o no. Y, en efecto, es así. Es una definición circular, necesitamos el elemento definido para poder definirlo. Precisamente para evitar esta incomodidad Newton se inventó lo de las estrellas lejanas.

A parte de lo complicado que resulta dar una definición formal, el concepto de inercialidad es muy sencillo. Un sistema es inercial si sobre él no actúa ninguna influencia externa (o si las que actúan se compensan sobre sí). Como sabéis, algo libre de toda influencia neta, por inercia (de ahí el nombre), mantendrá su estado inmutable de forma indefinida. Eso es lo que viene bien para crear un sistema de referencia. Estaríamos listos si la referencia cambiara a medio experimento.

Pero… ¿qué hay en el universo que esté plenamente libre de influencias? Pues nada, por desgracia. Es decir, en realidad los sistemas de referencia inerciales no existen. Son un concepto ideal, como tantos otros. A la práctica, lo importante es que nuestro sistema de referencia sea lo suficientemente inercial como para que los efectos no inerciales apenas se noten dentro del margen de error del experimento.

Fotos | Eugenio Salvador Dalí, Quico Melero, Manalopa



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lunes, 30 de mayo de 2011

Poderosos y embrujados // Por: Fernando Araújo Vélez // EL ESPECTADOR

Poderosos y embrujados // Por: Fernando Araújo Vélez // EL ESPECTADOR: "
Rasputín, el misticismo hecho poder en la Rusia de los zares.
Los hechizos y misterios de la política
Poderosos y embrujados
Por: Fernando Araújo Vélez
28 Mayo 2011 - 9:00 pm
La historia de la influencia de los brujos o mentalistas en la política surgió desde tiempos inmemoriales.Hugo Chávez, François Duvalier e Isabelita Perón, algunos de los presidentes hechizados.

El documento, sellado, fechado en septiembre de 2006, guardado en un impecable sobre de Estado y firmado por cinco “notables”, le recomendaba al presidente de la República de Venezuela, teniente coronel Hugo Chávez Frías, varios procedimientos para alejar de su vida y del Palacio de Miraflores las “malas energías” que lo acechaban. Que jamás fumara desnudo, que no bailara mirándose los pies, que nunca durmiera con un loro en su habitación, que no consintiera a las gallinas y que no volviera a usar trajes morados. Los “notables” terminaban así un profundo trabajo que les había encomendado Chávez, y que incluía, dijeron, una delicada labor para contrarrestar los perversos efectos de un conjuro que aún no habían podido esclarecer.

Para ello agruparon a varios seguidores que se encargaron de distribuir panfletos entre la población con algunas recomendaciones: bañarse con un jabón de cariaquito, guardar una foto de Chávez dentro de una botella, repetir dos veces al día el salmo 33 de la Biblia, que dice: “Encomienda a Jehová tu camino, confía en Él”, y si los otros puntos hubieran fallado, leer todos los libros de Harry Potter. “Los notables”, que eran santeros adeptos a María Lionza, provenientes de las montañas de Sorte, habían concluido que “el trabajo” que sus enemigos le habían realizado a Chávez era la razón de sus últimas desgracias. De la muerte de 50 mil personas, víctimas de los deslizamientos de Vargas, del desplome de una estatua de María Lionza en pleno Caracas, de un animal muerto en Palacio que el mismo Chávez denunció.

Por aquel entonces, sus opositores aseguraban que Chávez se creía la reencarnación de Bolívar. Que le hablaba y dejaba siempre un asiento vacío a su lado para que su espíritu descansara. Que le pedía consejos, como había oído que hacía María Estella Martínez de Perón en sus tiempos de presidenta de Argentina, en los 70, con el cadáver de Evita Perón. Isabelita, como la llamaron, tenía como asesor a un oscuro sujeto de nombre José López Rega. Tanguero y futbolista frustrado, se enroló en la Policía Federal a mediados de los 50 y ascendió hasta llegar a convertirse en una de las voces y oídos de Juan Domingo Perón. Pasados 20 años, convenció a Isabelita de su poder, y tras bambalinas se transformó en uno de los creadores e impulsores de la siniestra Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), que dejó 30 mil desaparecidos y más de tres mil asesinatos en Argentina entre 1976 y 1983.

A López Rega le decían El brujo, pero él se defendía de sus acusadores asegurando que lo suyo era persuasión, lógica e inteligencia, y señalaba como verdaderos brujos a tipos como François Duvalier, Papa Doc, quien en los 60 desolaba y desfalcaba a Haití haciéndoles creer a sus súbditos que él era la muerte. La muerte que se vestía de traje oscuro, chaleco, sombrero de copa y gafas. La muerte vudú que se podía llevar a quien le desobedeciera. La muerte que amenazaba, atormentaba y mandaba. La muerte que había terminado con la vida de John F. Kennedy, porque se había atrevido a ignorar las sugerencias de cancelar su viaje a Dallas en noviembre del 63 de su colega Janne Dixon. Al final, Duvalier fue la muerte misma para él y para su país, que siguió luchando entre el hambre y la miseria para superar los vejámenes de Duvalier y de quienes lo sucedieron.

Los brujos, hechiceros o mentalistas, asesores o magos, en masculino o femenino, han formado parte de la historia de la humanidad desde que el hombre comenzó a preguntarse por qué, para qué, hacia dónde y de dónde. Unos fueron asesinados, como el ruso Grigori Rasputín, quien predicaba la salvación por medio del pecado y se convirtió en el preferido de la zarina Alejandra Románova y de su esposo, el zar Nicolás II. Otros fueron venerados, como el húngaro Louis de Whol, quien leía en los astros las posibles acciones de Hitler contra Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial. Todos, más allá de su final, fueron temidos hasta por los escépticos, y de una u otra manera acabaron por influir en los poderosos. Al fiscal general de Colombia en la década pasada, Luis Camilo Osorio, lo aconsejaba un parapsicólogo, Armando Martí, para “desbloquear sus emociones negativas, hábitos, traumas y todo lo que le impidiera llevar una vida feliz”. Desde ese pretexto sugería, ordenaba, ingresaba, salía y recomendaba lo que se le antojara, siempre con una amenaza sobrenatural entre sus labios. Su labor continuó con Mario Iguarán, el sucesor de Osorio, para quien incluso diseñó complejos operativos de seguridad. Martí firmaba como Zeus o Perseu sus obligantes memorandos de carácter confidencial, sus investigaciones y análisis.

Su nombre y sus alias quedaron sellados en la historia reciente del país, como el de Regina 11, senadora y mentalista, y como el de Elisabeth Montoya de Sarria, La monita retrechera, quienes se pasearon con sus poderes por el Palacio de Nariño y por el Congreso sembrándolos de duda, misterio, muñecos decabezados, alfileres, sangre y muerte.

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Impunidad para los destructores de la Amazonia

Impunidad para los destructores de la Amazonia: "
http://www.ecologistasenaccion.org/article20754.html


Tomado de:
26 de mayo
Ecologistas en Acción muestra su indignación ante la decisión tomada por el Congreso brasileño, a instancias de las industrias internacionales cuyos intereses se basan en la destrucción de la Amazonia, en la que se apoya una amnistía generalizada a todos aquellos terratenientes o representantes de grandes multinacionales en la zona, cuyas actuaciones criminales contra la naturaleza y los pueblos indígenas se hayan perpetrado hasta 2008.

La organización ecologista recuerda que, además, con esta propuesta del Congreso brasileño, conocida como Código Forestal, se pretende la desprotección ambiental de 86 millones de hectáreas más, que podrán ser objeto de tala y destinadas a una explotación agropecuria que de respuesta y continuidad a los interés de latifundistas y transnacionales del ramo.

Por todo ello, Ecologistas en Acción reclama que la Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, vete la propuesta del Congreso, que no es más que el reflejo de la convergencia de intereses tan destructivos como espurios, por parte de los latifundistas, las gobiernos locales y regionales, en su mayoría corruptos, y las multinacionales del ramo agropecuario. La organización ecologista estima que la deuda que se quiere condonar de esta manera a los destructores de la Amazonía, forma parte de la deuda ecológica que se viene contrayendo con los pueblos indígenas y que en este caso asciende a más de 4.300 millones de euros.

Por ello, Ecologistas en Acción demanda una moratoria urgente de la deforestación amazónica y rechaza de plano la medida aprobada por el Congreso brasileño, que en la práctica es una medida para la impunidad de todos aquellos que se han lucrado y se están lucrando con uno de los pulmones más necesarios del planeta.




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