Del Rey y de la Institución de la Dignidad Real:
Juan de Mariana (Talavera de la Reina 1536 – Toledo 1623): Estudió en la Universidad de Alcalá e ingresó en la Compañía de Jesús en 1554. Enseñó en Roma y en París hasta 1574, año en que regresó a España por motivos de salud. Desde entonces hasta su muerte vivió en Toledo, donde escribió casi todas sus obras, dedicadas, unas, a la Historia y, otras, a temas morales, políticos y económicos. Entre las primeras destaca su monumental Historia de España, en treinta libros, y, entre las segundas, los Siete Tratados, unos de los cuales, que versa sobre la moneda, tuvo muy amplia repercusión y le valió muy duras censuras. El tratado De Rege et regis institutione, que se ha hecho famoso por justificar el tiranicidio, mantiene que el monarca debe someterse a la ley divina y las leyes y costumbres del reino, como a principios superiores que limitan su poder.
De la diferencia entre el rey y el tirano.
"Seis son los géneros de principados o formas de gobernar las repúblicas, y hemos de esplicarlas sumariamente antes de tratar de la diferencia que hay entre el rey y el tirano. La monarquía está determinada por la suma del poder confiado al albedrío de un solo hombre; el ptimado, que llamaron los griegos aristocracia, se establece por ese mismo poder conferido á unos pocos, excelentes por su virtud; la república, propiamente dicho, existe en cuanto los populares todos participan de las funciones del gobierno, debajo del temperamento de que los mayores honores y magistraturas se encomiendan á los mejores, los menores á otros y así á cada uno según su merecimiento; el gobierno popular, llamado democracia, resulta del repartimiento de todos los honores y poderes públicos entre todos por parejo, ó sea entre mayores, menoresy medianos sin distinción de clases, lo cual es gran perversión, como quier que no ha de igualarse lo que hizo desigual la naturaleza ú otra fuerza mayor. Así como el gobierno popular se opone á la república, asimismo se opone lo que llamaron los griegos oligarquía al régimen de los optimates, pues con estar en uno y otro repartido entre pocos el poder, en este se atiende á la virtud, no sino a las riquezas en el otro, y por ende aquel vale mas que mas rentas tiene. La Urania, que es la postrera y peor forma de gobierno, opuesta á la monárquica, suele comenzar por entrar al poder a viva fuerza; pero venga ó no de buen comienzo, cae siempre muy pesadamente sobre el cuerpo de la nación. Y dado que arranque de buen orígen, degenera luego en sus medios y viene á dar en los vicios, señaladamente en la avaricia, en la lujuria y en la crueldad.
Las buenas partes de un rey son defender la inocencia, reprimir la maldad, dar salud y protección á todos, y engrandecer la república con toda clase de bienes y felicidades. No así el tirano que hace consistir su mayor poder en e\ desenfreno de sus nunca hartados apetitos, y, ya en tan mal camino, no cree indecorosa iniquidad ninguna, se da á todo linaje de crímenes, arruina la hacienda de los acomodados, atropella y mancilla la castidad, quita la vida á los buenos, y no hay maldad ni vileza con que no deshonre la majestad del trono. Demés de esto, el rey es manso, afable, de fácil acceso, sumiso á la justicia, á la equidad, á la ley común. Mas el tirano, como quier que desconfía de los ciudadanos y tiene miedo dellos, pretende aterrar haciendo espantable alarde de su fuerza, de sus fieras costumbres, de sus implacables juicios, cegando al mismo punto con el resplandor de su grandeza.
He de menester decir algo mas de lo apuntado sobre la diferencia entre el rey y el tirano, entrando á examinar los comienzos, los medios y adelantos de ambos á dos principados. El rey ejerce con singular moderación el poder que recibiera de mano de sus subditos: no es severo ni molesto, sino es contra la maldad, donde se agitan y remueven los que viven de atentar contra la hacienda y la vida de los demés; para con los buenos no es sino un padre amoroso. Y no bien están vengados los delitos que le obligaran á ser duro, cuando despojado ya de la severidad de la justicia, se muestra á todos con la blandura de la clemencia y aun con la fineza de la amistad : no cierra su palacio al pobre ni al desvalido, oye atentamente las querellas de todos, no tolera que en parte alguna del reino se use de violencia abusando de la autoridad, antes bien da muchos ejemplos de clemencia, de mansedumbre y de humanidad. Ni menos toma por esclavos á sus súbditos, como hace el tirano, sino que los gobierna como hijos; y en el seguro presupuesto
de haber recibido el poder de manos del pueblo, su mayor cuidado es mirar como le amen y como ser amado, principalmente de los buenos^ siempre por lícita manera. Bien guardado así por el amor del pueblo, no ha menester satélites para su custodia, ni soldados mercenarios para repeler hostilidades externas: para teñera salvo su dignidad y su vida cuenta siempre con sus subditos, aparejados siempre á verter por él su sangre y á echarse en medio del fuego y del hierro, rápidos, fieros, formidables, como si fuera caso de defender sus hijos, sus esposas, la patria mesma. Ni desarma á los ciudadanos dejándolos descaecer en el ocio y la molicie, como quiere el tirano, haciendo que se gasten las fuerzas del.
pueblo en artes sedentarias y las fuerzas de los proceres en deleites, en lenocinios y en el vino;
sino que, en contrario, cúrase muy de veras de que se ejerciten en la lucha y en la carrera, ahora á pié, ahora á caballo, quier armados de hierro, quier desarmados, bien entendido que ha de tener mas apoyo en el valor de ellos que no en la fraude y otras malas artes. Y por ventura ¿seria justo ni atentado quitar en medio del peligro las armas á los hijos para darlas á los esclavos? Entiéndase que hablamos de ciudadanos acomodados y felices debajo de un rey justo y moderado. ¿Qué mayor incentivo de benevolencia y amor para con el príncipe que esa misma felicidad? Así que no ha menester de ruinosos gastos ni para dar pompa de gran decoro á la majestad ni para meterse en guerras: anda siempre en compaña de varones virtuosos y probos ciudadanos, y con esto anda mas honrado y mas lucido. Para deienderse de sus enemigos, así interiores como esteriores, tiene siempre á la mano las riquezas de todas las clases, aparejadas siempre y generosamente á todos los sacrificios. ¿Por cuál, sino por esta razón, pudieron emprenderse en España, con tan exiguos tributos, tales y tantas guerras, señaladamente contra los moros, echan fundamentos desle imperio hoy tan o, que tiene casi los mismos términos un buen rey no ha menester brumarlos con grandes y desusados impuesto que ó ello le apremien acaecidas diversas ó inesperadas guerras, leván beneplácito desús mismos subditos, es, muy lejos de ir con el terror, el fraude, espllcales buenamente los le se corren, los daños de la guerra y la penuria del público erario. No ha ir nunca que es amo de la república iudadanos, mal que les pese á los adue asi se lo susurran á la oreja; sino derá solamente que es la cabeza y la gobierna, mediante la renta señalabamos ciudadanos, la cual no podrá aumentar si no es por voluntad es Y con todo eso, no dejaré de allegar ¡nriquecer mas aina el erario público, este gemidos á sus subditos, bastan caso los despojos de sus enemigos, imano Paulo que llegó ó suprimir los leñando las imperiales arcas con los tesoros de Macedonia, que cayeron en SUS manos. Ha de cuidar, otrosí, que las reales rentas no vengan á ser presa de los cortesanos y otros empleados, i Cuánto no extraen del real tesoro el peculado y la fraude! Fuera desto, sea la modestia del palacio la mayor alabanza del príncipe; abaje los gastos á la raya de las entradas, y haga en manera que basten las rentas, así en la paz como en la guerra. Estas son las verdaderas riquezas, como allegadas sin daño ni invidia. Por tan buena manera hubo de atestar sus arcas, exhaustas antes por la penuria de los tiempos, Enrique el tercero, rey de Castilla, pudiendo á su muerte dejar á su hijo ingentes riquezas allegadas sin cosa de fraude suya, ni dolor ni lágrimas agenas. Del fueron estas palabras: «Mas temo á la malquerencia del pueblo que no á las armas de los enemigos.»
Es de gran cuenta que la tenga el rey de advertir á los ciudadanos de sus deberes mas aína con el ejemplo de su ordenada vida que con leyes y ordenanzas. Luengo, pues, es el camino cuando han de emplearse las palabras; breve y eficaz, cuando el ejemplo; i y pluguiera á Dios que fuesen tantos los que obran bien, como los que no hablan mal! El rey no ha de demandar á los otros sino la modestia, equidad y pudor que él mismo guarde; ni ha de ser mas severo con alguno que consigo mismo y con su familia misma. Lograrlohia mas fácilmente como en todos sus actos y deliberaciones anduviese desencubierto y no so capa; como estuviese persuadido de que no le es lícito obrar mal en manera alguna, siquier Dios y los hombres lo toleren por algún tiempo dejándose engañar; como se persuadiese que, aun poseyendo el anillo de Giges (cuya es fabulosa la virtud), no haria mas que si estuviese á los ojos de todos. La simulación no puede ser duradera ni los hechos de los príncipes pueden estar ocultos. La majestad es como la luz, que lo malo y lo bueno pone á vista de ojos. Últimamente, eche de su palacio á los aduladores, mala ralea de hombres, que andan siempre catando la índole del príncipe, alaban lo vituperable y vituperan lo que es digno de ala- banza, y solo enderezan su ánimo y su deseo á lo que puede halagar las pasiones del que puede engrandecerlos. De lamentar es que esta arte pésima sea tan lucrativa, que alienta á muchos á hacer oficio della.
Echados los aduladores, debe llamar el príncipe á los varones mas probos y honestos del reino, los cuales, sin vicios ni máculas, sean como SUS ojos y orejas, para lo cual ha de darles facultad de decille todo cuanto digan del, quier verdadero, quíer falso, hasta los vagos rumores Sel vulgo : del dolor que pueda causar en su ánimo ese rum rum liviano, y de la libertad del repetírselo, será buen finiquito el provecho que de ello resulte para la salud de todo el reino: que si amargas son las raíces de la verdad, no son sino muy dulces sus frutos. Paréceme, en suma, que todos los actos del príncipe deben enderezarse á sustentar la benevolencia en los ánimos de sus subditos, haciendo como sean de mas en mas felices debajo de su cetro. Y no ya solo atañe á los que gobiernan ciudadanos, pero también á los que guardan ganados, el afanarse en pro de los que están á su cuidado. Estas son las propias virtudes de un rey y este el camino que lleva á la inmortalidad. Y esplicadas sumariamente, fácil y expedito es dar á conocer ai tirano, el cual, mancillado con todo género de vicios y maldades, va por diversa y aun contraria vía, á la destruicion de la república.
En primer, lugar, el poder supremo de que goza y abusa no debe á su merecimiento ni á la voluntad del pueblo; débelo solo á sus riquezas, á sus maquinaciones, á la fuerza de las armas;
ó sus vasallos, emprendió de hacer la una altísima torre, de donde se cree ; la fóbula de los griegos, según los ueriendo los gigantes precipitar del piter, hubieron de poner montes sobre 1 Flegra, campo de la Macedonia. Paso por alto la malicia 1 de Faraón, el cual obligaba al pueblo ionstruir ciudades á fin de que, abatido do por la fatiga y el dolor, no aspirase adrio es que tema el tirano & aquellos como él; ca bien puede encontrar su parios mismos que como esclavos le sirdase acuciosamente. ¿Y qué? Están sutodos los derechos, desarmados todos [anos, condenadas todas las artes libenas de los hombres libres, vedados ijercicios que fortalecen el cuerpo y el íes, aun con eso, no le será dado sostene el tirano y teme el rey, pero el rey ibditos, el tirano por si de sus vasallos; be temer que los mismos á quien gono enemigos, le arrebaten á la postre o y sus riquezas: por eso veda que los is se congreguen ; por eso veda que entiendan de la cosa pública, quitándoles hasta la facultad de hablar libremente, y aun la de oir y querellarse, pues ni permite el tirano que enmedio de tantos males sea libre la querella, lo cual es ya la suprema servidumbre. Como quier que desconfia de sus vasallos, pone su defensa en pérfidas insidias, y anhela y busca y solicita acuciosamente alianzas con príncipes estraños, á fin de estar aparejado á todo evento; trae satélites de otras partes que le guarden, fiándose de ellos como de bárbaros, y mantiene con largueza soldados mercenarios, lo cual es una gran calamidad. En tiempo del emperador Domicio Nerón divagaban, según Tácito, por las calles, por loscampos, por las cercanías de las ciudades, peones y ginetes mezclados con los germanos, en quien por estrangeros confiaba mas el tirano. Tarquino el Soberbio fué, según se dice, el primero rey de Roma que rompió la costumbre de consultar al senado; administró la república por consejo privado, hizo y deshizo por sí y sin intervención del pueblo, tratados de paz y de guerra, de alianzas y amistades con quien mejor le plugo; curábase de tener á su devoción á los pueblos latinos por juzgarse á buen recaudo mas entre esta milicia forastera que entre sus mismos ciudadanos, como en su libro 1.° dice Livio; > según este mismo autor afirma, ó los mas res padres de la patria, sin poner otros que sentasen en sus plazas, con el dañado inten) que por su escaso número viniese á meirecio el meritisimo orden; y entendió, sin de consejo ni mas dictamen que su antojo, 1 conocimiento de los negocios capitales, s todas propias de un tirano, por último, el tirano subvierte toda la repü1 sin respeto alguno á las leyes de que se desligado; mira por si y no por la salud del en que no pone interese; hace que los ciuinos vivan misérrima vida, oprimidos debaio la gran pesadumbre de tales y tantos mas despoja de sus patrimonios ó todos y cada
para dominar solo en la hacienda de todos, ados al pueblo todos sus bienes, ningún mal
le ya imaginarse que no sea una calamidad