Por Oswaldo Álvarez Paz
La aprobación de las nuevas legislaciones en materia de educación, elecciones, propiedad y tierras urbanas, así como las reiteradas amenazas a los medios de comunicación, la violencia física en contra de periodistas, estudiantes y manifestantes en general, la violencia institucional derivada del uso y del abuso del poder político concentrado por el tirano y del dinero negro que la dictadura maneja sin controles, ponen punto final a una etapa de rutinaria protesta cívica contra el régimen. Es inmoral la tolerancia. Se acelera la construcción de un “marco jurídico” apropiado para disimular las graves violaciones a la Constitución de la República por una parte y, por la otra, para darle piso “legal” a las tropelías de un gobierno sin careta que roba, mata, secuestra y amenaza a diestra y siniestra para imponer este “socialismo” que el pueblo rechaza.
Ya basta de quejarnos todo el día y todos los días con relación a lo mismo. Confieso que nunca antes había visto días más tristes, ni al pueblo tan preocupado con una mezcla de temor y rabia, de descontento e indignación, como ahora. El abuso descarado ha hecho posible que la rabia supere al temor y que el rechazo a las pretensiones del régimen supere la incertidumbre que puede generar una confrontación de dimensiones desconocidas hasta ahora. Pero lo cierto es que definitivamente y mientras Hugo Chávez sea Presidente, las posibilidades de paz, de diálogo, de entendimientos sobre los temas fundamentales, de vigencia de los principios básicos de la democracia y de los valores sobre los que reposa toda nuestra cultura judeo-cristiana, son imposibles. Tampoco se puede vivir en condiciones de normalidad en la Venezuela actual. No hay la serenidad necesaria para alcanzar este propósito. Chávez le ha declarado la guerra a muerte a la Venezuela decente, tanto a la civil como a la militar. Su responsabilidad es exclusiva y excluyente por lo que pueda suceder. Tratará de disimularla, de evadirla y hasta de desviarla hacia sus colaboradores, pero, sin excluir la de quienes también la tienen, no podrá hacerlo. Arrogancia, hipocresía, cinismo, corrupción e incompetencia acompañan este proceso de traición a la patria sin precedentes. Hay que ponerle punto final utilizando todos los instrumentos que la Constitución ofrece y que el Derecho Natural consagra para la defensa de la libertad y la dignidad de la persona humana y de los pueblos.
Con la promulgación de la nueva ley de educación acaba de traspasar los límites de lo tolerable. Hay que detenerlo. El abuso de poder no ha tenido fin. Pide y toma más y más. Llegará hasta donde lo permitamos. Está enloquecido. Llegó a creerse el disfraz de cada día y ya no sabe si es él o uno de sus ropajes. Estamos en una verdadera guerra. La dictadura contra la nación. Tan criminal es quien promueve la guerra cuando se puede evitar, como quien no la asume cuando es inevitable. Imposible ganarla sin luchar.
oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 17 de agosto de 2009
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