martes, 31 de julio de 2012

OPINION | ARTICULO DOCTRINARIO - EL SOCIAL CRISTIANISMO CRISTIANO

OPINION | ARTICULO DOCTRINARIO - EL SOCIAL CRISTIANISMO CRISTIANO:

El cristianismo es el nombre con que es conocida la santa religión fundada por Jesús, que tuvo por cuna la ciudad de Jerusalén, en Judea, en tiempos del emperador Tiberio.
El cristianismo es el nombre bajo el que se agrupa a todos los cristianos. A través de más de 2.000 años de Historia, los cristianos nos hemos ido agrupando en familias más o menos bien avenidas, dependiendo del tiempo histórico. Hoy las relaciones entre las distintas familias son de hermandad.
En los Evangelios, en las epístolas de San Pablo y en los escritos de los demás apóstoles es donde hemos de ir a buscar la esencia del Cristianismo. Y en tales documentos lo primero que salta a la vista es la dignidad superior, trascendental y divina de Jesucristo. Él es el Mesías.
Es un intento de construir el socialismo desde el cristianismo. Existen diferentes versiones e interpretaciones de estas tendencias, dependiendo de la versión de cristianismo profesada y la afiliación o no a alguna iglesia cristiana.
Algunos aseguran que el socialismo cristiano proviene desde la misma época de Jesús, indicando que Jesús predicaba y practicaba la igualdad.
También Doctrina Social Cristiana es un conjunto de normas y principios referentes a la realidad social, política y económica de la humanidad basado en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia Católica. El Compendio de la DSI y el Catecismo Católico la definen como un "cuerpo doctrinal renovado, que se va articulando a medida que la Iglesia en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la asistencia del Espiritusanto, lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia.
El objetivo de la doctrina social de la Iglesia no es sólo intelectual o cognitivo, sino también eminentemente práctico y personal. Debería cambiar nuestras vidas y ayudarnos a asumir nuestras propias responsabilidades con respecto al bien común, especialmente por lo que tiene ver con esa mayoría que está en necesidad.
Me propongo desarrollar esta breve presentación de la doctrina social de la Iglesia en tres partes: su definición, su naturaleza y sus fundamentos.
Según las palabras del magisterio, es la formulación exacta de los resultados de la cuidadosa meditación de las complejas realidades de la existencia humana, en sociedad, y en un contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición viva de la Iglesia.
Es un conjunto de principios, criterios y directrices de acción, con el objeto de interpretar las realidades sociales, culturales, económicas y políticas, determinando su conformidad o inconformidad con las enseñanzas del Evangelio sobre la persona humana y su vocación terrenal y trascendente.
El Nuevo Testamento hace un claro contraste entre la justicia que es por la Ley de Moisés, la justicia propia, y la justicia que es de Dios por la Fe de Jesucristo. Véanse, por ejemplo, los claros capítulos de san Pablo en Gálatas 3, Romanos 10 y Filipenses 3, entre otros. La fe en Jesucristo por la que se aplica la justificación de Dios, es también el medio por el que el cristiano se apropia de las provisiones espirituales de Dios en Cristo para la vida práctica e integral de todo cristiano, en lo individual y en lo corporativo.
Principios y valores fundamentales. La doctrina social adquiere sus principios básicos de la teología y la filosofía, con ayuda de las ciencias humanas y sociales que la complementan. Estos principios incluyen la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad, la participación, la propiedad privada, y el destino universal de los bienes. Los valores fundamentales incluyen la verdad, la libertad, la justicia, la caridad y la paz.
que camina con toda la humanidad y está sujeta, juntamente con el mundo, a la misma suerte terrena, pero que al mismo tiempo es « como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios.
Pero NO debemos entender que el contraste neotestamentario entre justicia propia y justicia de Dios por la fe, significa abrirle las puertas a la herejía del Antinomianismo; según algunos, como dice San Pedro, malentendieron a Pablo y según se le acusaba injustamente. Por el contrario; es el mismo San Pablo el que claramente explica que el Régimen del Espíritu, bajo la gracia y en la Fe de Jesucristo, hace que poseamos la dinámica suficiente para el cumplimiento de la Ley; o más bien, de la justicia de la Ley, incluso de manera magnificada. De manera que podemos decir confiadamente que los cristianos somos instruidos en justicia y preparados para toda buena obra, individual o colectiva, personal, eclesial, social y hasta gubernamental, mediante el uso legítimo y espiritual de la Ley y de todo el Antiguo Testamento también. La Biblia entera pasa a ser reconocida como Palabra de Dios que tiene algo importante que decirnos hoy.
El primer principio clásico es el de la dignidad de la persona humana, que proporciona el fundamento para los derechos humanos. Para pensar correctamente sobre la sociedad, la política, la economía y la cultura uno debe primero entender qué es el ser humano y cuál es su verdadero bien. Cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, tiene una dignidad inalienable y, por tanto, debe ser tratada siempre como un fin y no sólo como un medio.
Por otra parte, el Nuevo Testamento, instruido por el Antiguo, nos enseña también el lugar y el papel que tiene el Estado en la sociedad secular como garante de la disuasión contra el mal, de su prevención y castigo, y como promotor del bien. Corresponde, pues, al Cristianismo, dar ejemplo al Estado, enseñarle, e incluso participar plenamente en su institución, respecto también de este importante aspecto de la justicia social. El mal contra la justicia social debe ser tratado en la sociedad secular por el Estado. También es llamado el Estado a promover la justicia social. Un modelo macro-económico y socio-político de inspiración cristiana, no puede dejar de contar con la acertada y suficiente intervención estatal. El Estado debe aprender del Cristianismo, quien a su vez aprende de la Palabra misma de Dios qué cosas implica la práctica de la justicia social.
Cuando Jesús, usando la imagen del buen pastor, hablaba de la oveja perdida, nos enseñaba lo que Dios piensa del valor de la persona humana individual. El pastor deja a las 99 en el aprisco para buscar a la perdida. Dios no piensa en los seres humanos en masa, o en porcentajes, sino como individuos. Cada uno es precioso para él, irreemplazable.
De la Palabra de Dios nos llegan valores perennes que informan la correcta organización de la sociedad en base a la justicia que es fundamento de la paz y la prosperidad. No habrá prosperidad sin paz, ni paz sin justicia social. Dios no nos dejó abandonados ni desprotegidos en este planeta. Su Voluntad manifiesta ha sido el de la equidad en la posesión de la herencia planetaria, territorial y concomitante. La distribución equitativa, gratuita y por suerte de la tierra, según el censo de las familias, con aplicación de las figuras jurídicas del jubileo, el rescate, la remisión, la conservación ecológica, la estabilidad monetaria del siclo del Santuario y sus relaciones, de precios, de intercambios, de oportunidades, con intervención estatal, la erradicación de la usura, la organización de la justicia con participación popular, etc., son todos elementos básicos para la realización de la justicia social.
De ahí que la Iglesia no piense primero en términos de naciones, partidos políticos, tribus o grupos étnicos, sino más bien en la persona individual. La Iglesia, como Cristo, defiende la dignidad de cada individuo. Comprende la importancia del estado y de la sociedad en términos de servicio a las personas y a las familias, en vez de en sentido contrario. El estado, en particular, tiene el deber de proteger los derechos de las personas, derechos que no son concedidos por el estado sino por el Creador.
En la Palabra de Dios, NO son las fuerzas del mercado libre quienes deben determinar el valor. El valor, en la Biblia, proviene de la determinación divina, según el siclo del Santuario, la cual debe representar el Estado. Además, también nos informa la Palabra de Dios acerca de la preferencialidad en la resolución de las urgencias de los más necesitados primeramente. Dios establece el Trono sobre la justicia social. En el Nuevo Testamento, la atención de los más necesitados no es cuestión de mera misericordia paternalista, sino cuestión de justicia, de devolver los derechos a aquellos a quienes la estructura social se los ha arrebatado. La igualdad en este tiempo es también un valor del Nuevo Testamento. No todo depende del trabajo, sino también de la oportunidad, y mucho de la herencia. El Estado debe garantizar la equidad en la distribución de la herencia de Dios a los hombres, y la equidad de las oportunidades; a la vez que evita las prácticas monopólicas que tienden a fomentar la inequidad.
El objetivo de la doctrina social de la Iglesia no es sólo intelectual o cognitivo, sino también eminentemente práctico y personal. Debería cambiar nuestras vidas y ayudarnos a asumir nuestras propias responsabilidades con respecto al bien común, especialmente por lo que tiene ver con esa mayoría que está en necesidad.
La dimensión social, la doctrina social, del Evangelio y de la doctrina cristiana.
La participación política de un joven Social Cristiano debe ser diferente, y no por un hecho de marcar puramente la diferencia, sino porque creer en los valores social cristianos, nos exigen una manera distinta de actuar, ya que nuestros valores no se consumen en nuestra vida personal, son esencialmente una representación de una sociedad ideal, que día a día trabajamos para conseguir, porque creemos efectivamente que representa lo mejor para la sociedad. Desde esta posición, el actuar de un joven Social Cristiano en política, primero que todo debe ser Honesta, la verdad por delante en la vida partidaria y en la gestión política-social, Fraterna, porque es importante los afectos, esto no se construye con proyectos personales, y así otra característica es la Comunidad, ser Cristiano y Social Cristiano, es ser parte de una gran familia, de una familia de amigos, de esas que tu eliges.
La solidaridad debe captarse, ante todo, en su valor de principio social ordenador de las instituciones, según el cual las « estructuras de pecado », que dominan las relaciones entre las personas y los pueblos, deben ser superadas y transformadas en estructuras de solidaridad, mediante la creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mercado, ordenamientos. La solidaridad es también una verdadera y propia virtud moral, no « un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos ». La solidaridad se eleva al rango de virtud social fundamental, ya que se coloca en la dimensión de la justicia, virtud orientada por excelencia al bien común, y en « la entrega por el bien del prójimo, que está dispuesto a "perderse", en sentido evangélico.

ABEL REYES TELLEZ
PRESIDENTE NACIONAL
PARTIDO SOCIAL CRISTIANO NICARAGUENSE . P S C
TEOLOGO CRISTIANO

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