Por Oswaldo Alvarez Paz
Nada más sincero y útil que el anhelo de unidad que se respira en todo el país frente a los arrebatos de locura del régimen. Debemos reconocer la seriedad de los esfuerzos realizados por la dirección política y social de la oposición. Se han concretado acuerdos difíciles pero necesarios en la inmensa mayoría de las circunscripciones electorales del país. Sin embargo, el juego insólito de los personalismos, de las ambiciones desmedidas, de la miopía o de los oportunismos que tocan intereses mercantiles de terceros ha dificultado la unidad en unas cuantos, muy pocos pero emblemáticos, municipios y estados. Los protagonistas están en la mira escrutadoras de una nación que no les perdonará jamás haber facilitado el camino a la barbarie oficialista, si llegaran a concretarse victorias en sitios imposibles para ellos.
Decimos esto habiendo sostenido que unidad no es necesariamente unanimidad. La oposición venezolana es hija legítima del pluralismo democrático consolidado en medio siglo como toda una cultura ante los fenómenos de la política y de la vida. Cuesta mucho hacer igual lo que es diferente por naturaleza. Pero en luchas como la que se libra es necesario alcanzar el mayor grado de consenso posible con relación a las cosas que de verdad importan. La unidad puede funcionar siendo dinámica y diferenciada cuando los objetivos están claros y el enfoque sobre la naturaleza del problema es compartido. Esta es la situación actual. Presumo que toda la oposición trabaja para que este régimen dure lo menos posible y, de alguna manera, todos los sectores que en la nación lo adversan se preparan para contribuir en el renacimiento democrático a que aspiramos.
La cuenta regresiva empezó. Un presidente elegido constitucionalmente para un período de cinco años sin reelección, lleva diez en el ejercicio del cargo gracias al disimulo y a la mentira, a la corrupción facilitada por el dinero negro y otras actividades ilícitas, a la destrucción de la democracia desde la democracia misma y a la liquidación del estado de derecho mediante la manipulación de la legalidad y la ausencia de controles administrativos y judiciales. Con todo el poder del estado en sus manos está enfrentado a la nación que debería representar. La nación como entidad sociológica no es otra cosa que la gente. Harta y fatigada, decepcionada y resuelta a liberarse de lo actual se prepara para la batalla del próximo 23 de noviembre.
Conocemos los peligros, las maniobras fraudulentas y las complicidades de las autoridades electorales. Sabemos lo que hacen y lo que harán para controlar espacios geopolíticos claves como Zulia y Táchira, por ejemplo. El mapa de riesgo electoral elaborado por la organización ESDATA, analizado a fondo en El Nacional del domingo, ofrece material indispensable para la victoria. Todos a votar el 23N. El gobierno puede precipitar su caída desconociendo la voluntad general.
oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 10 de noviembre de 2008
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