"La ley injusta no es ley"
San Agustín
El principio fundamental de la democracia es otorgar y garantizarles a todos los ciudadanos que no están en el poder, los mismos derechos que tienen los que están el poder. Eso quiere decir claramente que el gobernante de turno o el partido gobernante de turno, es responsable directo de garantizar el pleno desarrollo de la democracia a través de la atención justa y equitativa a todos los ciudadanos; sin embargo, la confirmación más amplia y el testimonio más absoluto del compromiso democrático de un gobernante, está en el consentimiento de la naturaleza transitoria y finita de su mandato y se materializa en el momento de la entrega del mando y del gobierno a otro ciudadano o partido político, principalmente, si es un adversario.
La democracia es un compromiso ético y la clara voluntad de todos a cumplirlo. Se manifiesta en el justo y equilibrado ejercicio del poder y en las relaciones humanas, basadas en el respeto, la solidaridad, el bien común y la justicia social. No está escrita ni es un dogma encerrado en una supuesta verdad absoluta de mayorías coyunturales; y no es cuantificable, ni es de varios tipos, ni es la subordinación de las minorías a las mayorías.
La democracia es un valor y es un ideal de convivencia social que procura realzar y garantizar los derechos humanos, la libertad, la justicia, la paz y la igualdad social. Su origen está en la necesidad suprema de concederle los mismos derechos y beneficios de los gobernantes y más favorecidos, a las minorías y a los más desfavorecidos; de manera que no puede ser mutilada ni encajonada por leyes dudosas, ni en períodos de tiempo transitorios y finitos, porque su naturaleza es de permanencia y de perfectibilidad y su consolidación está en el terreno de la ética, porque es la sociedad quien debe crear las condiciones para su buena aplicación y desarrollo.
Pudiera interpretarse que la propuesta de reforma del artículo 230 de la constitución a través de una enmienda, es formalmente democrática porque aparentemente no atenta contra la alternancia en el poder, pero darle a un gobernante, llámese como se llame, la posibilidad de perpetuarse en el poder no es democrático; porque sin entrar en consideraciones sobre si es constitucional o no la propuesta, si ya el pueblo dijo no a la reforma o la desproporcionada ventaja que emplea el gobierno en la persecución a sus adversarios políticos, la propuesta es terminantemente antidemocrática, porque un gobernante verdaderamente democrático debe ser el primero en rechazarla porque golpea automáticamente el espíritu democrático de la alternancia en el poder y rompe automáticamente su compromiso ético y democrático.
Tampoco una mayoría circunstancial puede aprovecharse de métodos democráticos para quitar el derecho de todos a vivir en democracia, dándole a una sola persona el poder y las herramientas necesarias para perpetuarse en el poder.
Un No con mucha fuerza a la reelección perpetua en Venezuela.
Heberto Díaz Oquendo
Coordinador de Formación
y Gerencia Política
COPEI Partido Popular/Zulia
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