Por Oswaldo Álvarez paz
Estas líneas ratifican convicciones repetidas en varias oportunidades. Lamento haber tenido razón antes de tiempo, la mayor parte de las veces. Allí han estado la mayoría de mis equivocaciones. He sido mejor profeta que político. Todo cuanto acontece era perfectamente previsible. Muchas voces desde diferentes sectores han venido anunciando el descarado proceso de destrucción institucional de la República. De sus principios y valores fundamentales. La liquidación de la democracia como sistema de vida sobre la base de la libertad. Llegamos al final. Se acabó, aunque todavía queden pequeñas rendijas, o “zonas de tolerancia” como acertadamente las calificó un amigo recientemente, para oxigenar los erosionados pulmones de quienes no se han rendido. En Venezuela hay quienes habiendo visto no han querido ver, oyendo no les ha interesado oír y, siendo gente con relativo poder económico y social, han preferido cerrarse sobre sí mismos con la ilusión de sobrevivir en medio de la tragedia. Por supuesto, en estos diez años y medio también ha habido recios luchadores civiles y militares que se la han jugado completa. Allí están, como ejemplo, en las cárceles, en el destierro, desempleados, acosados por el régimen o simplemente ignorados por “incómodos” hasta por algunos allegados. Hubo victorias importantes en estos años aunque siempre faltó el remate indispensable, gracias al freno oportunista de quienes juegan a la política en actitud de simple sobre vivencia dominados por el temor al futuro. Gracias a ellos en Venezuela la inteligencia pareciera estar enferma y muchas verdades escondidas.
Todas las alternativas planteadas por el oficialismo, sin excepción, apuntan a la destrucción señalada y a la implantación de un régimen comunista a la cubana. Podemos discutir el punto del camino en que nos encontramos, pero no el hecho, ni la ausencia de rectificaciones posibles o propósitos de enmienda por parte del jefe del proceso. El criminal atentado contra de los medios de comunicación libres (TV, radio y prensa incluidos) y las recientes actuaciones internacionales y en contra de CEDICE y Asoesfuerzo, lo ratifican. Es un hecho la indiscutible habilidad de Chávez para liquidar la democracia desde la democracia misma, por el uso fraudulento y tramposo de sus instrumentos. La concentración total de las ramas poder público ha facilitado la aniquilación del estado de derecho desde una legalidad manipulada a su antojo.
Si compartimos estas apreciaciones tan graves como elementales, debemos aceptar que en casi once años se agotaron los cauces normales y las gestiones políticas han fracasado casi totalmente. La mayor tragedia de cualquier país es que su Presidente deje de ser instrumento para resolver problemas y se convierta en el problema mayor que debe resolverse. Lo contrario será seguir perdiendo el tiempo y las oportunidades. No hay más excusas para los verdaderos demócratas, políticos o no, civiles o militares.
oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 13 de julio de 2009
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