J. J. Armas Marcelo
"En América Latina siempre han triunfado los traidores"
Alberto OJEDA | Publicado el 17/01/2012
Presenta hoy en la Fnac Callao (19.30 h.) la novela 'La noche que Bolívar traicionó a Miranda'
Veinticinco años se ha tirado J. J. Armas Marcelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1946) fraguando La noche que Bolívar traicionó a Miranda (Edhasa). Ese prolongado periodo de gestación denota un interés obsesivo por la figura del segundo, Francisco Miranda, el verdadero ideólogo de la emancipación hispanoamericana y del sueño de la confederación de Estados bajo el nombre de la Gran Colombia. La historiografía bolivariana ha pasado muy de puntillas sobre lo sucedido aquella madrugada de 1812. No en vano, la decisión del libertador de arrestar a su amigo y entregarlo al ejército realista para salvarse a sí mismo no le deja en buen lugar. Es una mancha en su biografía, generalmente escrita por aduladores. El escritor canario (acaso habría que decir también cubano y venezolano) revive con rabia aquel capítulo, uno más que prueba el drama de Hispanoamérica: "En ella siempre han triunfado los traidores".
Pregunta.- ¿Qué nuevos detalles podemos conocer de la traición de Bolívar a Miranda leyendo su novela?
Respuesta.- Se han escrito ensayos históricos y ha habido muchos debates sobre ello pero no hay ninguna novela sobre lo que sucedió esa noche, las cinco horas en que Bolívar decidió junto a sus conjurado arrestarle y matarlo, o entregarlo a Monteverde, como así finalmente hicieron para obtener un salvoconducto a cambio. Hay novelas en la que estos dos titanes de la independencia aparecen por separado, pero no juntos, con la relación de admiración y odio que se gestó entre ambos.
P.- ¿Cómo se las ha apañado para reconstruir esos instantes? ¿Qué documentación le ha sido especialmente útil?
R.- Toda la documentación que hay sobre ese capítulo la he manejado. Lo que pasa es que es un tema sobre el que la historiografía oficial bolivariana ha pasado de puntillas. Lo importante de esta novela es que narra esos mismos hechos pero no desde la perspectiva tradicional, sin ese respecto sacramental hacia Bolívar. Su gran diferencia es que Bolívar era un hombre del poder, como lo es Chávez (que se cree el mismísimo Bolívar) y Castro, mientras que Miranda lo es de la libertad. Y yo, por supuesto, me identifico más con el segundo.
P.- ¿Hay algún texto escrito por él de su periodo en prisión?
R.- Le impidieron escribir. Fue como si le quitaran la vida antes de tiempo. Sólo hay unas cartas que remitió a Fernando VII, el rey más idiota y más criminal que ha tenido España, para que su causa fuera juzgada. Nunca se puso en marcha, murió antes tras sufrir una apoplejía.
P.- Fue una decisión difícil para Bolívar. ¿Le costó traicionar a su mentor ideológico?
R.- No, porque le convencieron de que él encarnaba el poder y que Miranda era un simple advenedizo, que ha hecho fama en Rusia, Estados Unidos, Francia... pero que no conocía realmente Venezuela.
P.- Era un hombre atormentado durante su encierro en el penal de Las Cuatro Torres. Le habían acusado de lo que más puede doler a un patriota: traición a su patria...
R.- Cuando le arrestaron dijo: "¡Bochinche, bochinche! ¡Esta gente no sabe hacer más que bochinche!". Se dio cuenta de que su empeño de trasladar las ideas que aprendió en Europa a su país era imposible. Se sentía avejentado y sin esperanza.
P.- ¿Qué debe Bolívar a Miranda?
R.- Ideológicamente, todo. Si estudias sus discursos y sus proyectos, se ve con claridad que absorbió los postulados de Miranda. Incluso el Canal de Panamá también lo copió de él, que, a su vez, lo había tomado de Carlos V, la primera persona que se planteó esa idea.
P.- La traición luego se volvió contra el propio Bolívar. Quien a hierro mata, a hierro muere, ¿no?
R.- La noche en que le detuvo, Miranda le vaticinó a Bolívar que él también sería víctima de una traición y fue exactamente lo que le pasó. Bolívar pensaba en sus últimos días en las profecías de Miranda, se dio cuenta de que tenía toda la razón. En realidad, en América Latina siempre han triunfado los traidores. Ese es su drama.
P.- ¿Es cierto que conservaba una colección de vello púbico de sus amantes, como el Marqués de Leguineche?
R.- Estoy seguro que Berlanga lo tomó de Miranda. No sé, lo que sí es cierto es que se encontró entre sus pertenencias, en un camafeo, vello púbico de una princesa sueca. La leyenda dice que sí la tenía y que el obispo de Caracas la quemó en una plaza, por considerarla una especie blasfemia o pecado perverso. La verdad es que fue un hombre fascinante, que resiste cualquier invención.
P.- A usted le dieron la Orden de Francisco Miranda en Venezuela en 1998. ¿Eso le comprometió de alguna manera a escribir sobre su figura?
R.- Bueno, yo llevo 25 años forjando esta novela. Me siento mirandista, un libertario como él. Fue el gobierno del decadente y moribundo -como diría Chávez- el que me lo dio. Primero querían darme la orden de Andrés Bello, que es la que dan a los intelectuales, los escritores... Yo les pregunté que si no tenían otra. Pensaban que era vanidad y que buscaba la de Bolívar, hasta que les revelé que la quería era la de Miranda.
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