Por Oswaldo Álvarez Paz
En Venezuela existe un régimen empeñado en destruir la Republica consolidada por la Constitución de 1830. Ese texto le dio la estructura básica y consagro principios y valores fundamentales que la nación conservó, en medio de graves confrontaciones, avances y retrocesos, durante el resto del siglo XIX, del XX y de buena parte del XXI. Venezuela está definida como una república federal y descentralizada, integrada por estados y municipios autónomos que tienen fueros y privilegios, competencias exclusivas y excluyentes dentro de un marco de concurrencia con el poder nacional en determinadas materias, todo dentro de los términos de la Constitución de 1999 aprobada al principio del régimen castro-chavista. Se consagraron allí disposiciones para hacer efectiva la libertad, la dignidad de las personas, la libertad de trabajo, la economía de mercado, el libre comercio, la propiedad privada, el derecho primario de la familia para educar a los hijos, la libertad religiosa, la separación y el equilibrio entre las distintas ramas del poder público, la autonomía del poder judicial, la subordinación de las fuerzas armadas a la autoridad civil, el pluralismo y la alternabilidad prohibiendo expresamente la reelección presidencial por mas de un período. Estos son algunos de los aspectos importantes del texto que todos, empezando por el propio Presidente, juramos “sostener y defender, cumplir y hacer cumplir.
Esa Constitución define con precisión los deberes de cada uno de los poderes públicos, dejando establecidos los límites permisibles para sus actuaciones. Pero también señala los caminos a seguir cuando es violentada o cuando se pretende modificarla por caminos distintos a los establecidos en ella.
Pues bien, el drama venezolano radica en el espíritu subversivo de un Presidente enfermo incurable de tiranía. Enloquecido por la concentración de poder político y manejando, al margen de la ley, el dinero infinito del petróleo, impone la dictadura desconociendo una Constitución que ya no le sirve, que le impone límites y señala con claridad las sanciones correspondientes. Contra él conspira su propia ineficacia y la escandalosa corrupción desatada. Solo puede mantenerse militarizando al país, suspendiendo las garantías de hecho y apelando a la represión, a la violencia física e institucional. La confrontación definitiva está muy cerca.
oalvarezpaz@gmail.com jueves, 3 de diciembre de 2009
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